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Las primarias celebradas el 'Supermartes' en quince estados norteamericanos mostraron que, si no se da algún imprevisto ajeno a la liza electoral, Joe Biden y Donald Trump se disponen a confrontarse de nuevo en las presidenciales del 5 de noviembre. La posición del segundo se ... vio reforzada tras negar la Corte Suprema estadounidense la competencia de los tribunales superiores estatales para inhabilitar a aspirantes a la Casa Blanca, en la confianza de que los cuatro procesos penales que se siguen contra él no llevarán a que se dicte veredicto alguno antes de la cita con las urnas. La «suspensión» de la campaña por parte de Nikki Haley le permite, además, adelantarse a su designación formal en la convención republicana para dedicar todos sus esfuerzos a la pugna con el líder demócrata, que reeditará la de 2020.
La virtual toma del poder que le restaba ocupar en el Partido Republicano concederá a Trump una capacidad de acción con la que no contó en los dos comicios anteriores a los que se presentó. La ventaja de Biden quedó empañada por el castigo infligido al actual presidente con la campaña del voto 'no declarado' en protesta por la intervención israelí sobre Gaza en los estados con más población árabe, lo que le urgirá a promover un plan de paz creíble y duradero. A su favor se extienden las dudas de si la retirada de Haley llevará a la exembajadora estadounidense ante la ONU a decantarse por Trump o mantendrá críticas públicas hacia él que contribuyan al trasvase de voto moderado a su rival. «Aunque ya no seré candidata, no dejaré de usar mi voz por las cosas en las que creo», advirtió ayer. Los simpatizantes de la única republicana que competía hasta ayer con el magnate podrían inclinar la balanza de las elecciones hacia un lado u otro, siempre que ella mantenga su ánimo participativo durante nada menos que otros ocho meses.
El discurso sobre el estado de la Unión ofrecerá hoy a Biden la oportunidad de mostrarse como referente único de la sensatez norteamericana en la carrera presidencial. Y de echar por tierra prejuicios edadistas en un país que ha situado frente a frente a un hombre de 81 años y a otro de 77 en la recta final para la Casa Blanca. Es seguro que las autocracias del mundo acarician la expectativa de que Trump recupere la presidencia. Solo cabe esperar que sus ambiciones liberticidas no se adelanten al 5 de noviembre presumiendo que las sinrazones del republicano se pondrán al frente de la primera potencia mundial.
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