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A lo largo del día de hoy culmina el proceso de votación de los 27 países de la UE para elegir a los miembros del ... nuevo Parlamento Europeo. Casi 450 millones de ciudadanos tienen derecho al sufragio para seleccionar a los 720 representantes en la cámara legislativa que tendrá un papel relevante no solo en determinadas políticas respecto a las que los países miembros han aceptado ceder sus competencias, sino también en el propio destino de la Unión, que tras 75 años continúa en construcción, especialmente en las facetas con mayor componente político.
Son numerosos los asuntos en los que España, y en concreto Cantabria, se verá afectada por decisiones en las que participan los 61 eurodiputados que representarán a nuestro país en Bruselas. Las ayudas de la PAC a ganaderos y agricultores; las cuotas pesqueras de verdel, bocarte y bonito; la protección del lobo, que tantos perjuicios ha causado a los ganaderos de la región; los corredores de comunicaciones, con sus prioridades y apoyos en infraestructuras y en la creación de líneas estables; las políticas ambientales y energéticas... Todo ello, con sus consecuencias normativas y financieras, condicionará buena parte de la política interna de los países. Además de los desafíos en política exterior, en defensa y en cuanto a las fronteras comunes: la guerra de Ucrania y la regulación de la inmigración son cuestiones de primera magnitud en las que el intento de fijar posiciones comunes es ya en sí un avance, por nimio que resulte. Aún está reciente el relevante papel jugado por la Administración europea en la lucha contra el covid. Y la función de mediación en cuestiones internas, con la que estamos familiarizados en España últimamente.
Aunque la elección lo es para el órgano supranacional, es ineludible la traslación de la pugna al ámbito más próximo. Y esto es así no solo porque hay una evidente correlación entre las posiciones internas de cada formación que concurre a los comicios y sus propuestas para las decisiones comunes europeas, sino también porque, como corresponde, los países y las regiones adoptan su propia perspectiva respecto a los asuntos que les afectan y defienden sus intereses con su voto a la cámara europea. Así funciona el juego democrático, en el que cada comicio y cada parlamento o pleno, ya sea municipal, autonómico, nacional o europeo, actúa en relación con los demás y articula el entramado institucional en el que nos movemos.
En todo caso, es inevitable que el ambiente polarizado de la política española dé un carácter de 'segunda vuelta' a la pugna principal Sánchez-Feijóo, con los demás contendientes también en liza por un voto en clave nacional, en busca de un respaldo a sus posiciones, además de en el marco continental, en la contabilidad electoral interna.
El que es, con todos sus defectos y críticas que quiera hacérsele, el entorno político democrático más relevante del mundo, garante de libertades y del bienestar para sus ciudadanos, afronta desafíos sin par a los 75 años de su nacimiento. Sufre ataques internos y externos, debate cuestiones comunes de la mayor relevancia y, frente al eje quizá definitivamente desplazado del Atlántico al Pacífico, la Vieja Europa, en la que hace siglos nació la democracia, quizá puede seguir ejerciendo una función entre las fuerzas que articulan la política mundial.
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Ana del Castillo
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