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La «carta a la ciudadanía» de Pedro Sánchez fue en realidad un mensaje dirigido en primer lugar a su propia familia y, en segundo lugar, al partido socialista. Los cinco días de reflexión anunciados, que finalizarán el lunes son los que, de una u otra ... manera, el presidente ha ofrecido a los integrantes del PSOE. Una organización sumida en el desconcierto que, a la vez, se ve obligada a cerrar filas en torno a su secretario general para intentar que no dimita de su cargo. Como si esas cinco jornadas de retiro fuesen la oportunidad que brinda a sus compañeros para que vayan pensando en lo peor y, en lo posible, sean capaces de imaginar una salida a la crisis que no los devuelva a la oposición. Resulta comprensible solo hasta cierto punto que un dirigente político que se ha dejado engalanar durante años por su capacidad de resiliencia se manifieste de pronto como un ser humano tan dolido que no puede más. Y lo haga el mismo día en que se ufanaba del escrutinio en Euskadi del pasado domingo y en el que anunciaba la candidatura de la vicepresidenta Teresa Ribera a las elecciones europeas.
Sánchez debía saber que con su misiva desconcertaría a sus seguidores, dispuestos a afrontar los acosos que el presidente denunciaba en ella sin moverse de sitio. La presunción de que el líder tiene claras sus opciones parece, en las primeras horas de ese retiro, el clavo al que no tienen más remedio que aferrarse los cuadros y las bases socialistas. Pero, aunque los sucesivos mandatos de su secretario general hayan llevado al límite los nervios de hasta el último inscrito como afiliado del PSOE, hoy el vértigo de todos ellos es total. Debido a esa reflexión, ayer se ausentó del mitin previsto por el PSC en Sabadell para dar inicio a la campaña de las elecciones catalanas. Es cuando menos improcedente que quien encarna el hiperliderazgo de un partido y preside el Gobierno de un Estado democrático se valga de ambas condiciones para dejar en paréntesis durante cinco días el futuro político del país y de su propio partido como si se tratase de una atribución humanizadora descubierta en el último momento.
La suerte personal del presidente está en manos de Pedro Sánchez e inevitablemente contará con mayor o menor comprensión ciudadana en la medida en que su decisión del lunes comprometa menos o más a la estabilidad institucional del país. Comprometa menos o más a los socialistas organizados.
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