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Las altas temperaturas, la extrema sequía y las carencias acumuladas en los cuidados del monte forman, junto a las negligencias y accidentes, un cóctel explosivo que hace del verano un período singularmente propicio para los incendios forestales. Con el cambio climático, cuyos efectos solo pueden ... cuestionar quienes se niegan a ver lo evidente, ese riesgo crece. Los fuegos, además, han ganado en virulencia y voracidad en su propagación. Todo ello obliga a reforzar las tareas preventivas y de respuesta a fin de impedir catástrofes para el medio ambiente, que suelen venir acompañadas de cuantiosos destrozos materiales y graves riesgos para las personas. Las devastadoras llamas que arrasan Tenerife desde hace una semana han quemado más de 13.000 hectáreas, se extienden por un perímetro de 90 kilómetros y han obligado a evacuar a más de 12.000 vecinos. La profunda desolación que causan las imágenes de la extensa área quemada se transforma en justificada indignación social al conocerse que el fuego fue provocado intencionadamente, según la Guardia Civil.
Pedro Sánchez visitó ayer la isla, anunció que el Consejo de Ministros declarará zona catastrófica el territorio afectado y comprometió el pleno apoyo del Gobierno en su reconstrucción. Los complejos trabajos de extinción de un incendio de colosales dimensiones, dificultados por la orografía del terreno, han auspiciado una saludable coordinación entre instituciones de diverso color político, lo que debería ser obligado, pero no siempre ocurre. Pese a ello y al despliegue de medios, el presidente de Canarias, Fernando Clavijo, admitió que todavía no se puede dar la situación por controlada, aunque «ha pasado lo peor». Los municipios que han sufrido este infierno, con La Orotova a la cabeza, necesitarán un largo tiempo para recuperarse del mazazo.
El fuego se ha cobrado más de medio centenar de vidas y ha destruido decenas de miles de hectáreas este verano en varios países del Mediterráneo. Aunque el origen del de Tenerife esté en unos delincuentes, sobre los que debe caer implacable todo el peso de la ley, su extraordinaria gravedad y los precedentes han de ser un incentivo para extremar la protección de los montes por parte de las administraciones y los particulares teniendo en cuenta las nuevas condiciones y exigencias que implican los cambios en la meteorología; sin ir más lejos, las reiteradas olas de intenso calor como la que vuelve a azotar hoy el país.
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