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China se presenta como una inesperada alternativa a Estados Unidos. No sólo por aguantar el envite de Donald Trump en el órdago arancelario. También por ... las oportunidades que ofrece su colosal capacidad consumidora y productora a los territorios castigados por la guerra comercial que estalla hoy con un impacto imprevisible. Europa, con España a modo de embajadora por la visita de Pedro Sánchez al gigante asiático y Vietnam, busca nuevos socios y destinos a sus exportaciones. Pero la mano tendida por la autarquía que lidera Xi Jinping hay que tomarla con todas las prevenciones, debido al sistemático atropello a las libertades y al apoyo a Rusia en la agresión a Ucrania. El mercado chino también está ultraprotegido, a pesar de ser un balón de oxígeno para los damnificados por la escalada de aranceles. Un contrapeso frente al caos y el temor a la recesión tras un agitado carrusel bursátil que podría recrudecerse hoy. Y que ha llevado a mirar hacia esa zona de Asia, aunque con desconfianza. Es muy elocuente que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pida ahora «colaboración» a China para un comercio «libre y justo». Dos semanas antes, había defendido la apertura de decenas de yacimientos minerales en la Unión –siete en España– para reducir la dependencia china en un campo esencial para la tecnología. Obligada a revisar su relación con el gigante asiático sin caer en la desesperación, Europa debe responder unida al desafío comercial. No vale el sálvese quien pueda.
China, sede mundial de la deslocalización, Europa y Estados Unidos mueven la mitad de los intercambios del mundo. El 80% de las ventas españolas a EE UU se verá afectado por los gravámenes de Trump, según el Gobierno, que ayer aprobó su primer plan de ayudas a los sectores castigados. Repartirá 5.000 millones en avales del Instituto de Crédito Oficial entre las comunidades en base al peso de sus exportaciones con el país del dólar. El hecho de que Sánchez haya pactado el reparto con Junts según se jactan los de Carles Puigdemont, con reserva de una cuarta parte de los fondos para Cataluña, añade tensión a lo que el PP denuncia como «cupo arancelario». No sería muy realista depositar todas las esperanzas en un país como China que evita hablar de Tiananmen en su inteligencia artificial y que inclina a su favor la balanza comercial con España –50.000 millones frente a 8.000–.
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