Secciones
Servicios
Destacamos
Pedro Sánchez decidió adelantar el 41 congreso federal del PSOE, que se clausura hoy, en medio de una profunda convulsión en las filas socialistas por la «financiación singular» concedida a Cataluña a cambio del apoyo de ERC a la investidura de Salvador Illa. Aquella controversia ... pronto quedó apartada a un segundo plano en un país sometido a continuos sobresaltos que se tapan unos a otros y transmiten una cronificada imagen de inestabilidad. La convocatoria perseguía revitalizar el Gobierno y el partido y escenificar un cierre de filas en torno al presidente. El cónclave sevillano se ha afanado sobre todo en la exaltación de su líder, cercado por varios escándalos de corrupción y que ha recibido un rotundo espaldarazo, trufado de mensajes que traspasan la línea de la crítica legítima para cuestionar de lleno la independencia judicial, lo que chirría en la formación que más tiempo ha dirigido España desde la Transición.
Sánchez pone el dedo en la llaga cuando se pregunta cómo es posible que sectores de la opinión pública den más credibilidad a un «presunto delincuente» –Víctor de Aldama, el cabecilla del 'trama Koldo'– que a aquellos a quienes señala, todavía sin pruebas. Esa pertinente reflexión no es ajena a un modo de hacer política –el suyo– en el que la palabra dada ha perdido valor al estar sujeta a conveniencias coyunturales. Ninguno de sus colaboradores ha sido condenado. Resulta verosímil, además, que algunos investigados en su entorno no hayan incurrido en delitos, sino a lo sumo en conductas éticamente cuestionables. Pero se hace difícil sostener que solo existe una pretendida conspiración de la «derecha judicial» tras el supuesto pago de mordidas a quien fue su mano derecha, José Luis Ábalos; las acusaciones a varios altos cargos y la imputación de su esposa y su hermano, más la del fiscal general.
Que el presidente resista incólume esa catarata de problemas sin que nadie en su partido –tampoco sus socios– le pida siquiera explicaciones sobre cómo pudo un comisionista sin escrúpulos campar a sus anchas por varios ministerios retrata su hiperliderazgo y el funcionamiento del PSOE. Con cualquier otro dirigente en tales circunstancias sería inevitable hablar de aroma a final de ciclo. Aclamado por los suyos este fin de semana en Sevilla, Sánchez pone de nuevo a prueba su demostrada capacidad para sobrevivir a las situaciones más extremas.
En mitad de este panorama, la situación del PSOE cántabro presente en el cónclave socialista forma parte del terreno de lo anecdótico desde un punto de vista federal, aunque es relevante como muestra del conflicto que vive una de las principales fuerzas políticas de la Comunidad.
La delegación de Cantabria ha acudido al congreso dividida en dos facciones muy similares en tamaño, con Susana Herrán al frente, representando al sector crítico con la Dirección regional de Pablo Zuloaga. Los dos grupos apoyan a Pedro Sánchez, no han cuestionado ninguna de las discutidas medidas de su Gobierno, ni planteado discrepancia alguna con la línea oficial; de hecho compiten entre sí por mostrar más apoyo al líder socialista y por conseguir un gesto a su favor ante el congreso regional que debe convocarse en el primer trimestre del próximo año. Sus diferencias están más centradas en la forma de gestionar el liderazgo regional que en cuestiones de fondo, más en ejercer el poder interno que en plantear cuestión alguna respecto a las controvertidas decisiones que tantos socialistas ven en cierto modo ajenas a la historia y a los principios de su formación.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.