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La reuniones que el candidato socialista Pedro Sánchez mantuvo ayer con la portavoz en el Congreso de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, y con la de Junts, Míriam Nogueras, atestiguan hasta qué punto el presidente en funciones está en lo cierto cuando califica de «complejas» las ... negociaciones a las que se enfrenta para asegurar la investidura. Necesita atender un sinfín de demandas de diverso orden que no son nada fáciles de conciliar, por mucho que los socios pretendidos se adscriban, en apariencia, a un propósito parejo. La estrategia de Sánchez de procurarse la reelección enfriando, con el transcurso de la semanas, las demandas iniciales de los grupos parlamentarios cuyo apoyo requiere íntegramente podría funcionar hasta cierto punto. La sola eventualidad de una repetición electoral genera en casi todos ellos mucha más inquietud que el desdoro posible tras una negociación que les brinde ganancias mínimas. Pero el problema al que se enfrentan Junts, ERC, PNV y Bildu es que saben perfectamente que el Gobierno de España no cuenta ni con la capacidad financiera, ni con la ductilidad identitaria, ni con la maleabilidad competencial como para conceder a cada cual aquello que pueda saciarle de manera suficiente sin suscitar agravios entre el resto de los posibles aliados para la legislatura y en aquellos territorios o sectores sociales que vean en la operación un dislate injusto.
Así, el momento crucial de las negociaciones se encuentra en ese punto ignoto en el que las partes contratantes acordarán mostrarse muy poco explícitas en cuanto al contenido de sus acuerdos posibles, evitarán llevar el papel compromisos que pudieran suscitar nuevas reivindicaciones por parte de otros interlocutores y acabarán por consignar en el secreto de un pacto verbal o de medio folio escrito a mano aquello que aflorará inevitablemente en el transcurso de la legislatura, siempre que esta eche a andar. La sola idea de la amnistía abre espacio a la exoneración de los crímenes de ETA. La perspectiva de una revisión plebiscitaria del autogobierno catalán al margen de lo instaurado genera expectativas en el País Vasco. La reforma del modelo de financiación de las autonomías a partir de las exigencias de ERC y Junts podría trastocar incluso el sistema del Cupo vasco. Sánchez afronta una complejidad imposible, que acaso salvará para la investidura y poco más.
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