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La aprobación por la mayoría gubernamental del Parlamento de Israel de una norma que resta facultades a la Corte Suprema del país para pronunciarse sobre ... decisiones que adopte el Gobierno ha incrementado las protestas que encabezan los reservistas –12.000 de los cuales se niegan a servir de voluntarios en el Ejército–, los profesionales sanitarios, en huelga desde ayer, y las empresas y trabajadores de las nuevas tecnologías, preocupados por las consecuencias económicas de un país sin garantías jurídicas. La coalición formada por el partido del primer ministro Benjamín Netanyahu, el Likud, y cinco grupos ultraortodoxos y extremistas sumaron la noche del lunes 64 votos en la Knesset contra la denominada 'doctrina de la razonabilidad' que vela por la sujeción de los decretos a las leyes fundamentales del Estado de Israel. Por contraste, 56 diputados opositores se ausentaron airados de la sesión al grito de «vergüenza». En las calles resuena la consigna 'Democracia o rebelión', a la espera de que el máximo órgano judicial objeto de la reforma se pronuncie ante los seis recursos presentados contra una norma que preludia otros reajustes sobre el Poder Judicial.
La creciente influencia del sionismo extremista dentro de la alianza que sustenta el Ejecutivo de Tel Aviv sitúa a Netanyahu ante la disyuntiva de asumir las exigencias de sus socios o renunciar al poder. Al tiempo que la deriva radical del Gobierno que dirige Israel desde noviembre pasado amenaza con seguir desatando espirales de violencia tanto respecto a Hamás y Gaza como contra al activismo palestino en Cisjordania, mientras promueve iniciativas que tratan de ampliar la influencia rabínica e iliberal sobre la vida civil de los israelíes.
Treinta semanas seguidas de protestas no fueron suficientes para que la escorada mayoría que mantiene a Netanyahu corrigiera mínimamente el rumbo de la reforma judicial. Tampoco la invitación de Joe Biden para procurar un mayor consenso parlamentario y social sirvió para nada. La minoría que extrema la política israelí hasta poner en cuestión la división de poderes no quiere desperdiciar la oportunidad que ha encontrado en la fragmentación parlamentaria para hacer efectivos los desvaríos fundamentalistas que alberga desde años atrás. Es ahora o nunca para la ultraortodoxia. Y es ahora o nunca para que Israel se libere definitivamente del peligro constante de verse arrastrado por la irracionalidad.
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Ana del Castillo
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