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La llamada de Xi Jinping a Volodímir Zelenski, tras la visita del primero a Moscú el pasado mes de marzo, y el anuncio de que ... Pekín enviará un representante especial a Kiev, junto al nombramiento del embajador ucranio en China, atienden a la voluntad de ambas partes de establecer un canal de comunicación directo en lo que pueda servir para reconducir la crisis desatada por el régimen de Vladímir Putin con su agresión a Ucrania. Tanto la versión ofrecida por Pekín, destacando que «el respeto mutuo de la soberanía y la integridad territorial es la base política de sus relaciones con Ucrania», como las palabras transmitidas por Zelenski a través de las redes sociales, declarando que la conversación ha supuesto «un fuerte impulso al desarrollo de nuestras relaciones bilaterales», denotan un mínimo de comprensión mutua. Siendo deseable que contribuya a modular los doce puntos que constituyen el posicionamiento de Pekín –que no son propiamente un plan de paz–. Respeto al derecho internacional y a las fronteras de Ucrania. No recrear la Guerra Fría al buscar la seguridad de cada país mediante una política de bloques. Distensión paulatina hasta un alto el fuego íntegro. Promover conversaciones de paz. Atender la crisis humanitaria. Protección sobre la población civil y sobre los prisioneros de guerra. Asegurar las centrales nucleares. Evitar la proliferación de armas nucleares, químicas y biológicas. Facilitar las exportaciones de cereales. Dejar en suspenso las sanciones unilaterales. Mantener estables las cadenas industriales y de suministro. E impulsar la reconstrucción.
No puede realizarse una lectura ingenua del punto de vista chino. Porque no precisa cuál es para Pekín el trazado de las fronteras ucranianas a asegurar. Tiende a equiparar la ampliación de la OTAN con la brutal ilegalidad cometida por Moscú. Y reparte responsabilidades como si Moscú no hubiese tratado de adueñarse de Ucrania para someter a Europa, reivindicándose además como potencia nuclear. Y deja inermes a los países que Moscú trata de atenazar al desterrar las sanciones contra el agresor. La postura mostrada ayer en Madrid por el presidente de Brasil, Lula da Silva, sintoniza con ese mismo discurso. Pretendiendo identificar la supuesta equidistancia entre Moscú y Kiev como una expresión genuina del no alineamiento. Negando en el fondo a Ucrania el derecho a la legítima defensa, y a los países democráticos su obligación de apoyar a Kiev para así también preservar sus propias libertades y su soberanía.
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