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La COP29, convocada en Bakú para afrontar la financiación de los Acuerdos de París, podría tener a su favor el dato incontrovertible de que la Tierra está alcanzando este año récords de calentamiento que dificultan sobremanera el objetivo de los 1,5 grados. Pero las ... injustificables ausencias de líderes como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; del presidente francés, Emmanuel Macron, del mandatario brasileño, Lula da Silva, o la falta de una presencia testimonial al final de su mandato por parte del presidente estadounidense Joe Biden parecen dar la razón a la renuencia de regímenes como el de Xi Jinping en China o el de Vladímir Putin en Rusia. Como si las necesidades de un mundo cada día más seriamente afectado por el cambio climático no tuvieran demasiada relevancia frente al interés de crecer sin miramientos a costa de lo que hace posible la vida. Pero esas ausencias generan además otro riesgo añadido al de la indiferencia. Que algunos de los presentes olviden que las soluciones requieren el concurso de las grandes potencias y de los países que más contribuyen al calentamiento global. Ayer, el secretario general de la ONU, António Guterres, se mostró alarmado por la situación y por el hecho de que la humanidad está perdiendo la carrera por la sostenibilidad del Planeta.
Quizá pudo haber empleado referencias más propias del consenso científico que emplazamientos dirigidos a quienes por eso mismo pueden reaccionar en sentido contrario a los propósitos expuestos en la apertura de las sesiones de Bakú. La propuesta de aplicar nuevos gravámenes al transporte marítimo, a la aviación y a la extracción de gas y petróleo para cubrir fundamentalmente los costes que precisan acometer los países en desarrollo para no incorporarse también a aumentar la temperatura de la Tierra exigiría por parte de Guterres una labor previa a la de su enunciado desde la tribuna pública. También porque esos gravámenes forman parte de las atribuciones que tienen las instituciones nacionales en un momento en el que ningún gobierno estará dispuesto a ponerse por delante en la aplicación de la idea expuesta por el secretario general de la ONU. Guterres, que ayer se dirigió al G-20 para que lidere la puesta en marcha de su propuesta, tuvo la oportunidad de labrar ese terreno cuando el 17 de octubre acudió a Pekín al foro de las Nuevas Rutas. Pero tampoco pasó allí de apuntar sus deseos, aunque en un tono mucho menos dramático que en Bakú.
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