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El éxito de Alianza por Alemania (AfD) en las elecciones a los parlamentos de Turingia y Sajonia confirmó el domingo los pronósticos sobre el auge de la ultraderecha no solo en el este del principal país de la UE, cuando toda ella está viéndose acuciada ... por opciones extremistas que cuestionan sus valores. Que casi un tercio del voto emitido postulados en cuya defensa se ha llegado a evocar al III Reich resulta más que preocupante para la convivencia entre alemanes. Que el ala más radical de AfD, con Björn Höcke al frente, haya cosechado los mejores resultados de ese partido en ambos 'lander' podría, además, escorar hacia ese lado al conjunto de la extrema derecha germana, que se sitúa ya en las posiciones más antidemocráticas y antieuropeístas del populismo de ese signo, aunque sean zonas de poco peso demográfico y el fenómeno responda en parte a efectos derivados de la reunificación y de su pasado comunista.
El canciller Olaf Scholz calificó los resultados de «amargos» y denunció que «AfD está dañando Alemania, debilitando la economía, dividiendo a la sociedad y arruinando la reputación de nuestro país». Un discurso patriótico frente a la autarquía iliberal de fronteras identitarias preconizada por los filonazis. Pero que, pronunciado tras el mayúsculo descalabro de los tres socios en el Gobierno federal –socialdemócratas, verdes y liberales–, subraya la dificultad de las formaciones tradicionales –incluida la CDU– para identificar sus carencias y errores como causa también del resurgir de la peor versión de la razón de ser germana. Scholz trató de contener la decepción llamando al 'cordón sanitario' en ambas regiones para impedir que la ultraderecha acceda al poder o lo condicione. Pero ese recurso de emergencia será insuficiente mientras las fuerzas que se han sucedido en la realización política de la democracia alemana que enterró constitucionalmente al nazismo sigan mostrándose incapaces de afrontar de manera coherente, eficaz y sobre todo unitaria retos como el de la migración, el crecimiento sostenible, la construcción europea, la amenaza híbrida del Kremlin y el liderazgo que Berlín deberá compartir con París y con Londres a este lado del Atlántico.
Las elecciones al Bundestag del próximo año están demasiado cerca como para que el SPD y la CDU se limiten a disertar sobre el perímetro y la consistencia del 'cordón sanitario' a la ultraderecha. Deben ofrecer respuestas tangibles a las inquietudes alemanas.
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