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La retirada de forma indefinida de la embajadora de Israel en España, Rodica Radian-Gordon, supone un salto cualitativo en la grave crisis diplomática abierta ... entre ambos países. El Gobierno de Benjamin Netanyahu sobreactúa al expresar con esa llamada a consultas su profundo malestar después de que Pedro Sánchez reiterara el pasado jueves unas más que razonables «dudas» sobre el respeto al Derecho Internacional humanitario en la operación militar desplegada por el Ejército hebreo para exterminar a Hamás, en la que ha arrasado Gaza y causado unas 15.000 muertes; en su mayoría, de civiles. Tel Aviv calificó sus palabras de «indignantes».
Diversos líderes mundiales han expuesto opiniones similares sin que Israel haya respondido con semejante contundencia. Quizás su exagerada reacción, con la que intenta evitar una escalada de críticas por su ofensiva en la Franja, se explique porque las manifestaciones del presidente español se produjeron horas después de que el grupo islamista asesinara a tres civiles en Jerusalén, lo que cuestiona su oportunidad. Y porque fueron precedidas de un viaje a Israel en el que levantó ampollas al anunciar el futuro reconocimiento del Estado palestino aunque la UE no dé ese paso y censurar la «matanza indiscriminada» de inocentes en Gaza con un lenguaje alejado de los usos diplomáticos habituales. Flaco favor le hicieron a Sánchez los encendidos aplausos posteriores de Hamás por su «clara y audaz» postura.
Israel tiene pleno derecho a replicar al salvaje ataque terrorista del 7 de octubre, que se cobró 1.200 vidas. Ha de hacerlo de forma proporcionada y con respeto a las leyes de la guerra, lo que es muy discutible que haya cumplido. La razón que asiste al líder socialista no impide plantearse la conveniencia del tono empleado. Su pronunciamiento en una visita oficial como presidente de turno de la UE, reiterado en las declaraciones que han precipitado la crisis y en línea con el sentir mayoritario en nuestro país, no coincide con el más matizado criterio de la Unión, donde es una excepción la posición española sobre el Estado palestino, y más bien parece de consumo interno dentro de la confrontación política nacional. Tel Aviv no puede ser insensible a las advertencias sobre posibles excesos en la Franja ni pretender el silencio cómplice de aliados y amigos. El pronto restablecimiento de unas relaciones normalizadas es una necesidad en la que han trabajar con ahínco los dos gobiernos.
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Ana del Castillo
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