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La Conferencia de Presidentes celebrada ayer en el Palacio de La Magdalena de Santander dio cuenta de las serias diferencias existentes entre el Gobierno de España y las distintas comunidades autónomas sobre cuestiones de enorme relevancia como la financiación autonómica, la política de vivienda o ... la acogida institucional de la migración de menores no acompañados. La presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, resumió este sentir al valorar la reunión como «una oportunidad perdida». Porque, efectivamente, en todos estos asuntos los salones del simbólico edificio vivieron una sucesión de monólogos sin ninguna opción a un entendimiento productivo.
La cita resultó infructuosa para la parte que da sentido a la Conferencia de Presidentes: la España autonómica. Más de dos años después de la última convocatoria de una cumbre de esta índole, el encuentro fue decepcionante. Y no solo para los responsables autonómicos que llegaron a Santander con posiciones abiertamente disconformes respecto al Gobierno. La reunión apenas dio de sí en el plano institucional al conseguir ser, en veinte años, la primera cumbre presencial a la que asistieron todos los presidentes autonómicos, con la excepción de Juan José Imbroda quien, por motivos personales fue sustituido por su vicepresidente Miguel Marín, y deja, por tanto una imagen para la historia. Y, por supuesto, como escaparate de la región el día en el que el foco político nacional estuvo puesto en Cantabria.
Sería simplista reducir las discrepancias a la confrontación entre un Ejecutivo central de izquierdas y una amplísima mayoría de regionales de derechas. No solo porque destacara el disenso del socialista Emiliano García-Page, sino sobre todo porque las críticas y demandas regionales no obtuvieron respuesta alguna por parte de Pedro Sánchez, exceptuando la convocatoria de una reunión del Consejo Fiscal y Financiero para abordar la posible quita de la deuda territorial, que vendría a compensar las cesiones a Cataluña. Queda postergado para entonces un debate con suficente complejidad y enjundia para que las discrepacias vuelvan a aflorar en su máxima expresión. Cantabria se juega con la financiación una parte relevante de los servicios que ha de mantener y su posición favorable actual corre serio peligro.
El orden del día decayó, a pesar de su enorme relevancia, por la inconsistencia de un cónclave sin resultados. Aunque en el reciente congreso del PSOE de Sevilla Pedro Sánchez se comprometió a compatibilizar «multilateralidad y bilateralidad» en el abordaje de los asuntos territoriales, ayer quedó claro que se inclina por la bilateralidad y prima la singularidad de los acuerdos sobre los que se mantiene su Gobierno. Haciendo de la necesidad virtud, puede que le valga con sortear las demandas autonómicas una por una para mantenerse al frente del país. Pero cuando menos debería dejar de hablar de «cogobernanza» y de «federalismo», aceptando que está entregado al gobierno del mínimo posible.
El desarrollo de la cumbre en el Palacio de La Magdalena no pudo ayer suplir todas las carencias con las que había sido convocada la Conferencia de Presidentes, y mucho menos las frustraciones finales que, a todas luces, La Moncloa dio por descontadas.
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