Secciones
Servicios
Destacamos
El Consejo de Ministros abordó ayer un plan para el reconocimiento público y la indemnización a las víctimas de abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica en los casos que no hayan sido objeto de una sentencia judicial por prescripción del delito, falta ... de pruebas o fallecimiento del victimario. Las agresiones de esa índole en la infancia y en la adolescencia causan en quienes los sufren un daño de muy difícil reparación. A la edad vulnerable de la víctima se le añade que, en la mayoría de los casos, la agresión es continuada y a manos de personas a las que se habría confiado su cuidado o tutela: parientes directos, amistades familiares, profesores, guías espirituales... Los afectados tienden a silenciar un padecimiento inimaginable, que los lacera de por vida y que reclama justicia y restitución, aunque su propia denuncia resulta de nuevo hiriente para el niño o la niña que fueron violentados por alguien en el que confiaban y acabó silenciándoles por sometimiento.
La dilación de la verdad se vuelve dolorosa. También por eso hubiese sido mejor que el Gobierno esperara a contar con un plan mucho más atado y preciso para hacer pública su existencia. El aparente anuncio de ayer no materializa esperanzas, sino que las pospone de nuevo, aunque trate de atender a las indicaciones del Defensor del Pueblo en el informe encargado por el Congreso. La Conferencia Episcopal ha objetado que no puede aceptar un proyecto que «discrimina a la mayoría de las víctimas de abusos sexuales» al entender que solo las menos habrían sido objeto de ellos abusos en el seno de la Iglesia. Los obispos señalan una falla que las instituciones no pueden pasar por alto, pero que compromete también a la jerarquía católica. Es moralmente intachable que la cúpula episcopal reclame un plan que dignifique a todas las víctimas de abusos sexuales, aunque su objeción precisa del crédito de una institución que se haga cargo de sus responsabilidades antes de nada.
Tal requerimiento en ningún caso puede eximir al Gobierno central y al resto de las administraciones de atender al conjunto de las víctimas. El Ejecutivo de Pedro Sánchez debe acordar con la Iglesia católica la materialización de sus propósitos. Pero, sobre todo, debe hacer frente a un problema social y jurídicamente más enrevesado: dignificar una a una a todas las demás víctimas con indemnizaciones de las que solo podrá hacerse cargo el Estado y cuya casuística precisará de un basamento legal que no eternice el dolor.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.