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La Comisión Europea hizo ayer un llamamiento a los Veintisiete para que inviertan más en defensa, mientras propone aportar 1.500 millones de euros correspondientes al presupuesto de la Unión para incrementar la producción, las compras conjuntas y contribuir al rediseño de las reglas fiscales. ... Una cantidad prácticamente testimonial para impulsar una estrategia de defensa, que atiende al hecho de que se trata de una competencia propia de cada estado, aunque de ella pueda ser partícipe el Comisario de Industria. La guerra desatada por el régimen de Putin contra Ucrania, la amenaza latente que el expansionismo ruso mantiene hacia los países de la UE y la manifiesta renuencia del republicanismo de Donald Trump a reforzar la OTAN y a comprometerse con la defensa común –Ucrania incluida– obligan a la UE a hacerse cargo de su propia seguridad. Después de que su construcción y su ampliación hacia el Este hubieran coincidido con el desmantelamiento y formal democratización del antiguo bloque soviético. A lo que se sumaba la confianza depositada en la presencia disuasoria de EE UU como garantía última para reducir el gasto nacional en defensa; también por su impopularidad en los momentos que precisaban políticas anticíclicas. Pero la afirmación comunitaria de que, por fin, los europeos contamos con una estrategia de defensa es claramente insuficiente cuando, ante una necesidad compartida, las distintas posiciones que al respecto se dan entre los Veintisiete afloran también en el Colegio de Comisarios. El llamamiento realizado por la presidenta Ursula von der Leyen ante el Parlamento Europeo la semana pasada pareció desvanecerse ayer con la propuesta de 1.500 millones a invertir en los tres próximos años. La cumbre convocada por Emmanuel Macron bajo su propósito de desplazar unidades militares a Ucrania acabó generando más confusión que compromisos. El objetivo fijado por la Comisión de que para 2030 el 40% del equipamiento de defensa se compre conjuntamente, y que el 50% del total sea de producción europea, resulta tan ambicioso como tardío. Pero lo importante es que esos porcentajes cubran las necesidades derivadas de la amenaza rusa. Y que los presupuestos nacionales de los Veintisiete cubran los planes de negocio de una industria exportadora no siempre sujeta por las normas nacionales a criterios de defensa del mundo democrático. Sin que los Veintisiete deban descartar la reforma de los Tratados de la Unión para que la Comisión cuente con un comisario de defensa.
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