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La visita de Pedro Sánchez a Israel, Cisjordania y Egipto junto al primer ministro belga, Alexander de Croo, permitirá al Gobierno español y a las instituciones de la UE contar con una información de primera mano sobre la crisis desatada por el ataque terrorista de ... Hamás el 7 de octubre. Aunque se produzca casi 50 días después del estallido de la guerra cuando ejerce la presidencia de turno europea, adquiere especial significado que se trate de su primer viaje internacional desde su reciente investidura, coincidente además con un momento que puede ser propicio a la desescalada si hoy se hace efectivo el alto el fuego de cuatro días acordado y el intercambio de secuestrados israelíes por presos palestinos. Una tregua que se produce tras unos devastadores bombardeos del Ejército hebreo que han arrasado Gaza y costado casi 15.000 vidas, en lo que a todas luces parece una desproporcionada respuesta a los 1.200 salvajes asesinatos de civiles perpetrados por la milicia islamista.
El líder socialista calificó con toda razón de «insoportable» el número de palestinos muertos, «incluidos miles de niños y gente inocente», y, tras condenar el ataque de Hamás, emplazó a las autoridades israelíes a que su ofensiva respete el derecho internacional –lo que es dudoso que esté sucediendo– y se centre en objetivos militares. El próximo reconocimiento formal del Estado palestino por parte de España es otro de los mensajes de su viaje. Mensajes que, al ser transmitidos públicamente en sus encuentros con el presidente de Israel, Isaac Herzog, y el primer ministro, Benjamín Netanyahu, dejaban entrever que se dirigían más a la opinión pública española que a unos interlocutores muy poco receptivos a la admonición en medio de su particular duelo. Sin duda fueron mejor recibidos en Ramala por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás.
Sánchez parece querer inaugurar una tercera vía de salida al conflicto. Cometería un error si tratase de hacerlo como si no se hubiese intentado antes. El reconocimiento testimonial del Estado de Palestina no puede soslayar que no existe en realidad. Y que costará que exista aunque Mahmud Abás se haga cargo de Gaza gracias a la contraofensiva israelí. Pero, sobre todo, el derecho a la defensa de Israel nunca podrá conciliarse con la idea de un Estado palestino que en cualquier momento pueda ser dominado por quienes albergan como objetivo número uno la expulsión de los judíos de Tierra Santa.
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