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El inicio de las comparecencias ante las comisiones de investigación del Senado y del Congreso, con la presencia de Koldo García en la primera y de Salvador Illa en la segunda, dio ayer cuenta de sus límites. La intervención de Koldo García reveló hasta qué ... punto resulta difícil que una comisión parlamentaria esclarezca cuestiones bajo investigación judicial mientras no lo haga la instrucción y, en su caso, el tribunal en sentencia. Máxime cuando el compareciente se niega a responder a las preguntas de los senadores, insiste en su inocencia y lo hace además con palabras y tonos que no corresponden al respeto debido a la institución y a la gravedad del caso.
Parece lógico que, tras la sesión de ayer, el Grupo Popular del Senado piense en requerir de nuevo la presencia de Koldo García. A la espera de que en otro momento quien fuera mano derecha de Ábalos se muestre más dispuesto a clarificar lo ocurrido con su oferta de mascarillas «a cuatro ministerios y cinco autonomías», según había manifestado antes de la comparecencia. Pero la investigación parlamentaria no cuenta, ni de lejos, con los instrumentos legales que jueces y fiscales pueden manejar para depurar responsabilidades. Ni siquiera para fijar de manera efectiva las denominadas responsabilidades políticas.
La comparecencia de Salvador Illa, en una comisión ideada para investigar el conjunto de las contrataciones públicas de material frente a la covid-19, atendió a lo que se espera de cualquier testimonio ante una comisión parlamentaria. Aunque ofreció dos detalles significativos. Que Illa entregase a la comisión un informe de 32 páginas detallando el procedimiento seguido por el Ministerio durante su mandato. Informe que solo podría aportar si respondiera a su propia memoria personal o a documentos que hubiese guardado. Y que «el señor Koldo» llegó a reunirse con él, aunque los técnicos hacia los que derivó tal relación desestimaran contratar a través del asesor de Ábalos.
Lo que atestigua que Koldo García se movía con naturalidad en las más altas instancias del Gobierno. Sin que Illa precisase los motivos que llevaron a su Ministerio a rechazar aquella oferta, y si trasladó aquella decisión a otros departamentos. Incluido Ábalos o la Presidencia del Gobierno. La Comisión del Senado y la del Congreso pueden ofrecer destellos elocuentes que nos acerquen a la verdad. Pero la pugna partidista que envuelve la tarea de ambas comisiones corre el riesgo de dejar todo su empeño en nada más que otra muestra de polarización.
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