Una diplomacia imposible

Los empeños diplomáticos de la Unión Europea y de EE UU han de recordar, en todo momento, el ataque del 7 de octubre de Hamás, manifestación extrema de la corriente instalada en el mundo árabe, en Irán y también en Turquía contra la existencia misma del Estado de Israel y de los propios judíos. El Eje de la Resistencia que, bajo mandato iraní, agrupa a gobiernos y grupos terroristas sería su expresión más palpable. La contraofensiva israelí sobre Gaza ha acabado con la vida de tantas personas –más de 23.000– en su inmensa mayoría civiles, incluidos miles de niños, que ha empequeñecido el drama de 1.139 asesinados por Hamás y la Yihad islámica, junto a 240 secuestrados, hace ya tres meses.

Todos los avances diplomáticos de los últimos años entre Israel y distintos estados árabes han retrocedido hacia la más pura facticidad. Dado que Israel ha anunciado el logro de sus objetivos en el norte de Gaza, Occidente trataría de persuadir a su Gobierno de que proceda a extirpar las tramas del terrorismo fundamentalista del sur de la Franja mediante acciones selectivas, entendiendo que son los bombardeos indiscriminados y el cierre a la ayuda humanitaria lo que devuelve Oriente Medio a su peor pasado: la destrucción absoluta de un territorio tomado por Hamás frente a la perpetuación de un asedio a base de incursiones implacables. Los términos entre los que deberá moverse una diplomacia imposible.