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El 8M de este año será recordado como la jornada en la que las mujeres tuvieron que manifestarse o celebrar encuentros dejando de lado divisiones que han aflorado fundamentalmente desde la política. El feminismo tuvo que recordar ayer que es esencialmente plural para obviar diferencias ... que han podido sublimarse, paradójicamente, por la existencia de un Gobierno de coalición que se reclama feminista. Un Gobierno cuyos dos socios han resuelto disputarse la autenticidad de valores que no pueden representar en exclusiva ni interpretar unívocamente por tener a mano el BOE. Ayer miles de mujeres y también de hombres se movilizaron sin interpelarse mutuamente sobre el tratamiento legal que requeriría la prostitución, sobre la ley trans o sobre la faceta penal de la ley del 'solo sí es sí'. Aunque saben que son aspectos en discusión en el feminismo y en la sociedad en su conjunto. El deseo de unidad, la consciencia de que la igualdad tiene ante sí retos distintos a los motivos de discrepancia y la convicción de que las mujeres –también en plural– son cada día más libres primaron sobre la pugna más ideológica. La violencia machista y sus patrones de dominación sexual se están naturalizando precozmente entre los más jóvenes, pero la visibilización del problema está contribuyendo a que trate de atajarse en la comunidad educativa. Las medidas de discriminación positiva siguen operando contra corriente, pero ya resulta más difícil cuestionarlas porque forman parte de un consenso creciente. La denuncia constante de las injusticias estructurales en el mercado laboral, en las remuneraciones salariales, en las oportunidades profesionales o en torno a la asignación de los cuidados casi en su totalidad a las mujeres, impedirá perpetuar los actuales niveles de desigualdad. No es cierto, contra lo que declaran las ministras de Podemos, que la revisión de la ley de libertad sexual suponga un paso atrás para los derechos de las mujeres. Todo lo contrario, lo sería mantener una norma con efectos no deseados. El feminismo y el empeño por la igualdad no pueden permitirse derrochar energías en diatribas de división, cuando todas las voluntades presentes son pocas para introducir cambios con mayor celeridad. Cambios que la iniciativa legislativa tampoco puede precipitar desentendiéndose de la pulsión social. El feminismo del común denominador avanzará más rápido que el vanguardismo tendente a fijar nuevas metas, aunque sean discutibles o discutidas, antes de alcanzar las pendientes.
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