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El Gobierno se trabó nuevamente ayer en su endeblez parlamentaria y, más concretamente a causa de Junts, ante dos logros frustrados –los objetivos de los Presupuestos y la distribución territorial de los menores inmigrantes no acompañados– que Pedro Sánchez se empeñaba en presentar como si ... los tuviese a su alcance. Con lo que se confirma que la concesión de la amnistía estaba amortizada antes de que se aprobase la ley. La negativa de los junteros a votar a favor del techo de gasto para las Cuentas de 2025 dejó estas aún más en el aire de lo que ya estaban por la competencia doméstica que protagonizan, día sí y día también, los de Puigdemont con los de Pere Aragonés, Oriol Junqueras y Marta Rovira, y estos entre sí. La visita de hoy de Sánchez a la Generalitat presidida muy en funciones por Aragonés era el estímulo definitivo que Junts precisaba para dar un enésimo revolcón al Gobierno, y por partida doble.
El Ejecutivo de progreso PSOE-Sumar deberá volver al punto de partida en ambas iniciativas, sin seguridad alguna de que en un segundo intento llegue a contar con el apoyo de los siete diputados postconvergentes. Todo lo contrario. Al tiempo que Cataluña se aproxima al reiterado abismo de la repetición electoral, PSOE, Sumar y Coalición Canaria deberán desenredar la madeja del artículo 35 de la Ley de Extranjería, ante el que el portavoz socialista, Patxi López, acabó delatándose al presentar la iniciativa como un intento para que se «retratasen» los demás.
El Gobierno Sánchez y la candidatura de Salvador Illa a la presidencia de la Generalitat se han metido en una subasta imposible sobre la financiación de la autonomía catalana, alentada por el pulso entre Junts y ERC. Sin que al final pueda quedarle más salidas que la marcha atrás o una huida hacia delante, a sabiendas de que ambas dejarían en nada la legislatura. La arribada continua de menores no acompañados a Canarias, Ceuta y Melilla tampoco encuentra salida alguna en la obsesión socialista por poner en evidencia al PP. La única manera que el Gobierno tiene de salir del atolladero es acercándose a las necesidades reales de esos menores, aparcando la presunción de que las izquierdas gozan de superioridad moral y disponiéndose a encontrar respuestas negociadas con los grupos parlamentarios y con las comunidades que se basen en una oferta solvente de acogida, cuidado y ayuda para que los niños y adolescentes no acompañados crezcan en todos los sentidos.
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