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La primera vuelta de las presidenciales en Argentina supuso, el domingo, la victoria del candidato peronista Sergio Massa, actual ministro de Economía. Con un 36, ... 98% del voto dejó atrás al liberal-populista Javier Milei, favorito en las encuestas, que se quedó en el 29,99%. Los dos deberán pugnar en la segunda vuelta por atraerse el voto disperso entre los demás candidatos, el favor de quienes optaron por apoyar a distintos aspirantes a las gobernaturas o a la renovación parcial de la Cámaras legislativas, y por situar a los argentinos ante una disyuntiva que no resulta fácil de descifrar desde este lado del Atlántico. Casi un mes de campaña electoral hasta el 19 de noviembre deja el resultado aún más abierto. No solo porque ese lapso de tiempo puede volverse eterno para la reubicación de los sectores y personas que se inclinaron por Patricia Bullrich (23,83%), Juan Schiaretti (6,78%) y Myriam Bregman (2,7%). Sobre todo porque no van a ser tres semanas inocuas en la evolución de la economía argentina.
La sorpresiva victoria del domingo concede a Sergio Massa una ventaja sobre Javier Milei que podría ser determinante si se dan estas dos condiciones. Que el peso no experimente un declive mayor del que ha soportado hasta el momento, con la inflación en el 140%; y que la campaña no acabe pivotando en torno a la contestación a un kirchnerismo del que Massa no tiene más remedio que desentenderse. El nivel de participación electoral que se alcance el 19 de noviembre es una incógnita cuyos efectos políticos son, por otra parte, imposibles de predecir. Tras una primera vuelta retraída al 77,65%, cuando se anunciaba como los comicios más importantes de Argentina en cuatro décadas, y con un candidato –Javier Milei– que rompía los esquemas de un sistema basado en la alternancia entre peronistas y radicales.
El cuarto país más poblado de América Latina, con tantos habitantes como España, puede verse abocado a una polarización inédita. Entre la gente de más edad que se aferre a la institucionalidad de lo ya conocido, a pesar de sus fallas continuas y de sus crisis cíclicas, y la gente de menos edad que opte por explorar vías alternativas plagadas de promesas de muy difícil cumplimiento. Una Argentina que se aferre a lo que le resta de Estado, y una Argentina dispuesta a prescindir del Estado sin saber exactamente cuáles serán los soportes de la nación.
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Ana del Castillo
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