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La decisión de Iñigo Errejón de retirarse de la política fue explicada ayer por el ya exdirigente de Sumar con un comunicado en el que dice encontrarse «trabajando en un proceso personal y de acompañamiento psicológico» que sería incompatible con sus funciones institucionales y de ... partido. Ello después de referirse a que «la primera línea política y mediática» conduce a comportarse emancipándose «a menudo de los cuidados, de la empatía y de las necesidades de los otros». Lo que, según el ya exportavoz de la coalición de Yolanda Díaz, genera «una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica, con compañeros y compañeras de trabajo, con relaciones afectivas e incluso con uno mismo». Para terminar con un deseo demoledor: «Espero contribuir a reparar mis errores». Insinuaciones que apuntarían a la veracidad de las denuncias anónimas por violencia machista que vienen circulando contra él en los últimos días y a las que Sumar se la otorgó horas después, tras una reafirmación por parte de Díaz a través de X, tan genérica y evasiva en cuanto a explicaciones, a su «compromiso firme» contra el sexismo.
Esta vez, Errejón, la vicepresidenta y los suyos han perdido cuando menos la claridad con la que habitúan a pronunciarse. Que un líder político acostumbrado a actuar de portavoz se escude en una nota por escrito para anunciar tan drástica decisión augura que si él mismo no ha dado cuenta más precisa de lo que ocurre, serán otras personas u otras instancias las que lo hagan, como ya ha empezado a ocurrir. Tanto el contenido de su propia misiva como la aseveración de su partido de que ha admitido internamente «comportamientos machistas intolerables» hacen pesar sobre el dimitido graves indicios de un comportamiento reprochable que pudiera serlo también penalmente. De confirmarse siquiera a título de eventual investigación judicial, no solo Sumar, también el Gobierno de coalición al que pertenece, vería irremisiblemente afectada su credibilidad. Errejón desde los primeros tiempos de Podemos, la plataforma de Díaz y el Ejecutivo de Pedro Sánchez han tenido tan a gala su superioridad moral en defensa de la dignidad de las mujeres que no les será suficiente con esperar a que el shock se atenúe en sus propias filas y en la opinión pública para pasar rápidamente de pantalla. Se verán en la necesidad de autocriticarse junto a un cambio de actitud respecto a su inclinación a dar lecciones a todos los demás, incluida la ciudadanía.
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