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El secretario general de la ONU, Antònio Guterres, cometió un error al declarar ante el Consejo de Seguridad que «los ataques de Hamás no vinieron de la nada. El pueblo palestino ha sido sometido a 56 años de ocupación asfixiante». La contextualización del horror contribuye ... a su legitimación. Las palabras de Guterres inducen a objetar, por ejemplo, que siglos de persecución sobre los judíos explicarían los bombardeos sobre Gaza. En una espiral de relatos que han llevado al gobierno de Netanyahu al despropósito de reclamar la dimisión del secretario general de la ONU, retirar visados a sus funcionarios, y hablar de «dar lecciones» a Naciones Unidas. El gobierno de Israel podía haberse limitado a rechazar y rebatir los argumentos en los que se perdió Guterres. Pero cree necesitar mostrarse implacable también ante los agravios verbales, porque en medio y a causa de su radicalidad dejó que ocurriera el 7 de octubre.
Mientras surgen serias dudas sobre la existencia de una estrategia unitaria entre las distintas instancias israelíes para acabar con Hamás. Organización que ha considerado oportuno retratarse junto a Hezbollah y Yihad Islámica para confirmar la existencia de una alianza de inspiración iraní decidida a acabar con el Estado de Israel. Coincidiendo con las incursiones de las fuerzas armadas israelíes en territorio de Siria, para salir al paso del transporte de armas y combatientes provenientes de Irán hacia la frontera de Líbano. Tampoco es casual que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, manifestara ayer: «Hamás no es una organización terrorista, es un grupo de muyahidines por la liberación, que lucha por proteger su tierra y a sus ciudadanos». Advirtiendo de que si «Occidente tiene muchas deudas con Israel, Turquía no tiene ninguna».
Con lo que los países árabes y musulmanes de Oriente Medio se habrían echado atrás respecto a las aproximaciones experimentadas en los últimos años hacia Israel. Aunque se vayan incrementando los indicios de que la destrucción del hospital Al Ahli en Gaza no se debió a un proyectil israelí, la preocupación por la suerte de los habitantes de La Franja sigue en aumento, e interpela al gobierno de Netanyahu. El riesgo global de la escalada es que los ciudadanos de otras partes del mundo tiendan a dar la espalda tanto a los palestinos como a los israelíes, dejando que Oriente Medio siga siendo el escenario en el que las potencias regionales y las grandes potencias se confronten al límite.
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