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El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, tendrá hoy la oportunidad de exponer ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno ... que pretende formar y de solicitar la confianza de la Cámara. Es el candidato propuesto por el Rey tras conocer el parecer de los partidos con representación parlamentaria que acudieron a la preceptiva ronda de consultas. Trámite en el que Núñez Feijóo pudo contar con más apoyos que Pedro Sánchez, entre otras causas, por la incomparecencia de ERC, Junts, EH Bildu y BNG. Es alto improbable que el líder popular obtenga entre hoy y mañana la mayoría absoluta del Congreso, o que logre el viernes más votos a favor que en contra de su investidura. Por lo que parece más relevante que dé a conocer sus intenciones para la gobernación del país –en lo que comprometan también a la acción institucional de su partido– que las apelaciones que realice a la conciencia igualitaria de los socialistas. Apelaciones que, en cualquier caso, no deberían incurrir en la invitación a la discordia dentro del PSOE. Entre otras razones porque la diatriba parlamentaria derivaría inmediatamente en el cuestionamiento del liderazgo del propio Feijóo.
Entre hoy y el viernes, España se juega algo más que una investidura. Puede decidirse hacia qué lado se inclina el Poder Ejecutivo durante los próximos cuatro años. Pero, sobre todo, el Congreso proyectará hacia los ciudadanos qué grado de tensión y polarización quieren imprimir los distintos partidos a nuestro futuro inmediato. Hasta qué punto están dispuestos a cargar de adjetivos aquellas invectivas que eludan la necesaria argumentación y a recurrir a descalificaciones que impidan el propio debate. De manera que pese más el certamen de aplausos y protestas que, por ejemplo, la discusión sobre la amnistía.
El 23-J los ciudadanos no dieron lugar a una mayoría clara en torno a Feijóo. Pero tampoco la mostraron en torno a Sánchez. Sea cual sea el resultado al que llegue el proceso de investidura que se abra con la votación de mañana, no responderá en sentido estricto a la voluntad popular, sino a los acuerdos que alcancen unos u otros partidos en nombre de una mayoría inevitablemente difusa. No podrá ser de otra forma cuando la rúbrica final de esos acuerdos depende de un Carles Puigdemont que, mientras tanto, trata de sortear las dificultades judiciales que atraviesa valiéndose ante instancias europeas de su papel estelar para la gobernabilidad de España.
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Ana del Castillo
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