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El desfile que conmemora la Fiesta Nacional del 12 de octubre compuso ayer en las calles de Madrid una estampa que vino a retratar el ... complejo momento que vive un país con su convivencia política, institucional y social erosionada por una polarización partidaria extrema y que afronta los ingentes desafíos de una sociedad avanzada en un mundo global. Una radiografía en la que el reconocimiento a las Fuerzas Armadas en un contexto internacional marcado por la ya dilatada invasión de Ucrania y ahora por la escalada bélica en Oriente Próximo y el protagonismo, preñado de simbolismo histórico, de la princesa Leonor junto al Rey en puertas de que jure la Constitución se vieron solapados por los severos abucheos dirigidos contra el presidente Sánchez. El desahogo proyectó un malestar hacia el jefe del Gobierno en funciones que puede encuadrarse en el permisivo ejercicio de la libertad de expresión en la España democrática, pero con el que no cabe empatizar ni mucho menos alentar. Especialmente cuando la pitada tiene como escenario una ceremonia institucional destinada a celebrar un día al que están invitados tanto los ciudadanos que lo sienten como algo propio, como un hito anual en su identidad, como aquellos que no; y cuando las críticas a Sánchez se expresan a gritos con el eslogan «Que te vote 'Txapote'» obviando las objeciones a su uso por víctimas directas de uno de los jefes etarras más crueles y banalizando el desgarro que provocó la devastación terrorista. Y ello por más que existan argumentos para cuestionar la política de alianzas que el presidente está dispuesto a ensanchar ahora sumando al Junts del prófugo Carles Puigdemont para conquistar la reelección.
Socialistas y populares coquetearon en los prolegómenos de este 12-O con insidias por las cuales los primeros señalaron a los segundos como supuestos instigadores de los previsibles abucheos y los segundos sugirieron que hay motivos para proferirlos. Queda aún una investidura pendiente que puede desembocar en una legislatura que se anticipa ya convulsa o en unas nuevas elecciones. Así las cosas, Sánchez no puede pretender obviar la responsabilidad que contrae cuando, al buscar pretendidamente «la concordia» en Cataluña con la amnistía del 'procès' que le aproximaría a su continuidad en el poder, suscita tanta discordia con su estrategia. Y Feijóo ha de guardarse de que su oposición no incurra en excesos que empañen o malbaraten la legitimidad de la crítica.
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Ana del Castillo
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