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La respuesta de Israel al ataque de Hamás contra su territorio, hace hoy un mes, ha despertado duras críticas hacia el Gobierno de Benjamin Netanyahu. ... Pero también reacciones antisemitas que enlazan con prejuicios y fobias recurrentes durante siglos hacia las comunidades identificadas con la Torah. Reacciones que han aparecido como la otra cara de la solidaridad mostrada respecto al pueblo palestino. Los judíos fueron expulsados de la España de los Reyes Católicos en 1492. Los pogromos se sucedieron en Europa central y oriental hasta avanzado el siglo XX, junto a la conversión de las juderías en guetos de exclusión. El Holocausto nazi llenó de espanto la Historia de la humanidad. Israel es una sociedad diversa en la que cohabitan personas que hacen de la religión una práctica integrista o ejercen un sionismo territorialmente expansivo, junto a ciudadanos laicistas y hasta ateos proclives al entendimiento cotidiano con árabes musulmanes u otras tradiciones.
Lo mismo ocurre en las comunidades judías fuera de Israel, en las que un sentimiento común de partícipes de una tradición heredada y a testar no plantea problema alguno de inclusión si no es causado –con algunas excepciones ultraortodoxas– por la intolerancia de ciertas ideologías y el cariz sectario de algunos regímenes. No hay expresión antisemita más hiriente que la negación del Holocausto. Luego viene el cuestionamiento de que aquel horror pueda legitimar la existencia de un Estado como referencia última de que los judíos quieren seguir siéndolo, asegurándose su pervivencia. En el antisemitismo, como en toda fobia social –también en una peligrosa islamofobia que ha dado pie a inadmisibles ataques a locales árabes en la UE–, subyace la presunción de que los judíos, que no pueden sentirse 'los otros' en España ni en el resto de la Unión porque son tan españoles o europeos como los demás, son causa de incesantes males.
El antisemitismo vuelve sobre sus pasos cuando las sinagogas se ven amenazadas, negocios regentados por judíos europeos o por ciudadanos israelíes son objeto de protestas o llamadas al boicot y las redes divulgan irracionalidad. Como miembro de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto, España tiene contraído el deber de velar para que el odio y la hostilidad hacia lo judío no arraiguen dentro ni fuera de nuestro país. Un compromiso extensible a los musulmanes y a otras creencias al margen de los condenables actos que se cometan en su nombre.
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Ana del Castillo
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