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Tras cinco meses y medio de guerra, 32.000 muertos y con la hambruna sobrevolando Gaza, Estados Unidos comienza a exteriorizar su hartazgo ante la ... tozuda negativa de Israel a relajar su ofensiva militar y permitir la entrada en la Franja de ayuda que alivie una crisis humanitaria de monumentales dimensiones. Prueba de ello es la propuesta de resolución que presentó ayer en el Consejo de Seguridad de la ONU en la que por primera vez demanda un «alto el fuego inmediato y sostenido», vinculado a la liberación de los 134 rehenes en poder de Hamás. La iniciativa fue rechazada al ejercer su derecho a veto Rusia y China por creerla insuficiente e «hipócrita» después de que EE UU frenara tres pronunciamientos para que cesaran las armas. Pero su mera formulación dibuja un giro en unas relaciones zarandeadas por la mayor falta de sintonía desde que estalló el conflicto.
Estados Unidos no comparte la estrategia radical de Benjamin Netanyahu, que le crea una incomodidad creciente; pero, al amparo de los estrechos lazos entre ambos países, le sigue prestando una ayuda militar decisiva para unos ataques que juzga desmesurados y no consigue aplacar. Una contradicción de la que no acaba de salir y que amenaza con pasar factura electoral a Joe Biden. El primer ministro israelí parece anteponer su propia supervivencia política a cualquier otro objetivo. Ayer reiteró al secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, su propósito de extender la ofensiva a Rafah –en el sur de Gaza–, donde se hacinan más de 1,4 millones de civiles desplazados, pese a la advertencia de la Casa Blanca de que se trata de una «línea roja». Ese empecinamiento y sus excusas para bloquear la llegada de alimentos y medicinas a la Franja, donde la situación es catastrófica, hacen temer lo peor a una comunidad internacional tan indignada como impotente.
Solo EE UU, que ha elevado retóricamente su distanciamiento de Netanyahu, tiene capacidad para pararle los pies si no se aviene a modular su desproporcionada respuesta al ataque terrorista de Hamás. Le bastaría con condicionar la entrega de armas, un paso que por ahora descarta. Es necesario redoblar la presión para acercar un escenario de paz, cuya mayor esperanza en las actuales circunstancias es la tregua en la que median Estados Unidos, Egipto y Qatar. En ese contexto, el compromiso de España, Irlanda, Eslovenia y Malta de reconocer el Estado palestino «cuando sea el momento» tiene un valor simbólico.
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