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Catorce meses después de la invasión rusa de Ucrania, una flagrante vulneración del Derecho Internacional, no existe indicio alguno que permita vislumbrar el final de ... la guerra a corto plazo. Con las posiciones enquistadas en el campo de batalla, ninguno de los dos contendientes parece en condiciones de anotarse una victoria militar inmediata. Tampoco existen motivos para el optimismo en el plano diplomático, que es necesario explorar sin desmayo para acabar con un conflicto que ha causado decenas de miles de muertos, millones de desplazados y la devastadora destrucción del país agredido por el autócrata del Kremlin. Los irreconciliables planteamientos de ambas partes alejan por ahora la esperanza de una solución negociada, mientras las principales potencias asumen que las hostilidades se extenderán al menos durante este año y respiran aliviadas al haberse amortiguado sus efectos sobre la economía global.
En los últimos meses se han multiplicado las voces que claman por un acuerdo de paz, una fórmula cuya viabilidad actual es desgraciadamente mínima. El plan propuesto por China tiene la credibilidad que se le conceda a un interlocutor claramente alineado con Moscú pese a sus contorsionismos retóricos. Una superpotencia a la que es necesario convencer de que ejerza su influencia ante Putin para que deje de actuar con un matonismo inadmisible en las relaciones internacionales. Brasil ha propuesto una mediación conjunta con el gigante asiático y Emiratos Árabes que queda desacreditada por los mensajes en los que Lula da Silva hace tan responsable de la guerra a Ucrania como a Rusia –lo que supone una inaceptable equiparación entre el agredido y el agresor– y acusa de «incentivarla» a Estados Unidos y la UE por su apoyo militar a Kiev. En realidad, esa entrega de armas es la que ha permitido a Ucrania defenderse de un atropello criminal. Sin ella, la invasión habría concluido hace tiempo, pero con su sometimiento por la fuerza al régimen autoritario que ha violado su soberanía e integridad territorial. Confundir ese eventual resultado con una paz verdadera sería un mayúsculo error.
El conflicto terminará con algún proceso de negociación en torno a una mesa. El Gobierno de Zelenski tiene de su parte la razón que asiste a toda víctima. Que Putin no vea satisfechos sus objetivos pese a su supuesta superioridad militar y sus impúdicas amenazas nucleares es una lógica aspiración de Ucrania y una necesidad para las democracias occidentales.
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