Igualdad sin vuelta atrás

El compromiso contra el machismo debe ser una responsabilidad compartida. No sólo las instituciones que gestionan las políticas públicas tienen el encargo ciudadano de acertar con las medidas y el diagnóstico para corregir situaciones de desigualdad. También compete a los poderes económicos, la judicatura, la comunidad educativa y la propia sociedad civil, entre otros colectivos. Las actitudes cotidianas en el trabajo, el lenguaje, el reparto de tareas domésticas o el patio del colegio pueden contribuir con su ejemplo a una consolidación natural de la igualdad.

Seguramente hoy es fácil acordarse de algunos nombres propios que no han estado a la altura del cargo que desempeñaban y cuyos comportamientos han finalizado en el banquillo de los acusados. Actitudes como mínimo poco edificantes que pueden provocar una indignación mayor si representaban además a referentes del feminismo. Esto evidencia el alcance del problema y confirma que el machismo puede infiltrarse en todas las capas de la sociedad, de derecha a izquierda, de arriba a abajo. De ahí la importancia de la denuncia, acompañada de una necesaria protección de las víctimas, y, sobre todo, de las medidas de prevención para combatir la discriminación, cuyo reflejo más cruel es la violencia de género.

Las alertas se han encendido por el creciente fenómeno del neomachismo entre jóvenes que niegan el derecho a la igualdad de las mujeres y censuran sus conquistas, a pesar de haber crecido con amplias cotas de bienestar. Reconducir sus actitudes es el próximo reto porque la implicación de las nuevas generaciones es vital para el logro de una sociedad igualitaria, como la que se volverá a exigir hoy en el 8-M.