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El 79º período de sesiones de la ONU ha comenzado esta semana en Nueva York con una asamblea general que reúne a los principales mandatarios del planeta. El orden del día resultante es una combinación de los conflictos y problemas de alcance global y de ... los mensajes que jefes de Estado y primeros ministros proyectan desde la tribuna o tras encuentros entre ellos en busca de respuestas a retos sin fácil solución a corto plazo. La posible invasión israelí de Líbano, con el consiguiente peligro de que su batalla contra Hezbolá convierta en regional la guerra que se libra en Gaza desde hace casi en un año, ha sido el principal foco de atención en las últimas horas. Un escenario del todo indeseable, en el que las expectativas de un alto el fuego se han desvanecido ante la orden de Benjamín Netanyahu de atacar «con todas las fuerzas» al país vecino para acabar con la milicia chií apadrinada por Irán, desoyendo las presiones de la comunidad internacional. Mientras la tensión se dispara en Oriente Próximo, la cronificación de la guerra de Putin contra Ucrania consagra la pulsión permanente entre las autocracias o postulados asimilables a ellas bajo fórmulas diversas y las democracias pluralistas.
El secretario general de la ONU, António Guterres, ha advertido que «el estado de nuestro mundo es insostenible, no podemos seguir así». Pero «el polvorín de riesgos» que lo envuelve, según sus palabras, no encuentra mecanismos que eviten la multiplicación y extensión de los conflictos asegurando la aplicación de las leyes internacionales y de la propia Carta de Naciones Unidas. Entre otras razones porque, aunque las treguas sean requeridas por terceros para entreabrir una ventana a la esperanza y socorrer a la población afectada, los actores principales de cada frente piensan si acaso en ellas para recuperar terreno rearmándose. En paralelo, la reiteración de propuestas de solución o distensión de corte voluntarista solo genera escepticismo y frustración. No hace falta incurrir en la connivencia o en el fatalismo para que desde instancias multilaterales se afronte lo peor con más realismo.
Tiene razón Pedro Sánchez al alertar de que la democracia «libra una batalla por su supervivencia», como hizo ante la asamblea general, y apelar a la necesidad de defenderla de enemigos como los populismos, aunque es inevitable interpretar algunas de sus alusiones en el contexto de la estrategia del Gobierno ante los problemas judiciales de su esposa.
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