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La coincidencia del retiro para reflexionar de Pedro Sánchez con las primeras horas de campaña electoral en Cataluña adquiere por momentos las características de una colisión de consecuencias imprevisibles. Una colisión inevitable cuando el presidente del Gobierno abre un paréntesis en su actividad que, en ... realidad, agita la escena política en medio de un ciclo electoral especialmente relevante para la estabilización de la vida pública en España. El 'shock' de su anuncio cogió en frío a los candidatos a la Generalitat. Aquellos que apoyaron su investidura se vieron obligados a mostrarle solidaridad frente a la eventualidad de que caiga la mayoría gobernante, aunque acto seguido cada cual trata de recolocarse en el escenario resultante de tan insólita situación.
No hay en el retiro de Sánchez, ni puede haberlo sea cual sea la decisión que adopte el lunes, ventaja electoral alguna para Salvador Illa, al que ayer el CIS catalán situó muy a la cabeza de los pronósticos. Más bien, una réplica tan desairada a una decisión judicial por la presunción de que Begoña Gómez hubiera podido valerse de su condición de esposa del presidente para desarrollar actividades profesionales confirmaría a los secesionistas eso que constituyó la base argumental del 'procés': que España no funciona y que es necesario salir de ella. Los ciudadanos catalanes tenían la oportunidad de mirarse a sí mismos y a sus instituciones de autogobierno después de que el presidente de un Gobierno en franca minoría, Pere Aragonès, no tuviese más remedio que convocar elecciones y de que un expresidente huido, Carles Puigdemont, anunciase su regreso. Tenían la oportunidad de centrar la política catalana. Pero la dramática representación de una España que estaría totalmente a merced de la sinrazón extremista, con Sánchez mostrando sus propias carnes para denunciar lo peor, no solo entretiene al independentismo eximiéndolo de cualquier responsabilidad sobre el pasado reciente de Cataluña, sino que le permite señalar a Madrid como origen único de sus males.
Mientras Illa no encuentra más remedio que solidarizarse con un Sánchez que dice sentirse injustamente tratado y el resto del constitucionalismo en Cataluña se relaja tratando de disfrutar del espectáculo, un secesionismo dividido en todo menos en su marcaje mutuo y en su huida de las necesidades inmediatas de los ciudadanos volverá a encontrar en el ruido de Madrid la excusa perfecta para perpetuarse en la evasión.
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