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Los datos del INE confirman la buena nueva de que la inflación parece estar por fin bajo control en nuestro país. Su caída en ocho décimas en septiembre la coloca en el 1,5%, la menor tasa en tres años y medio, tras haber corregido ... la espectacular escalada posterior a la guerra en Ucrania (Cantabria cerró agosto con un crecimiento interanual del 2%). Desde mayo acumula un sorprendente descenso de algo más de dos puntos gracias al abaratamiento de los carburantes, la bajada de la energía y la contención de la cesta de la compra, que ha dado un respiro a las familias. Se sitúa así por debajo del objetivo oficial del Banco Central Europeo –el 2%–, cuya agresiva política monetaria ha ayudado a reconducir una peligrosa espiral alcista. Si esta evolución se consolida en la Eurozona, el BCE verá allanado el camino para intensificar el recorte de los tipos de interés.
La reducción del IPC adquiere un singular valor al coincidir con un fuerte empuje de la economía, que creció en el segundo trimestre a un ritmo del 3,1%, dos décimas más de la estimación inicial, según se supo ayer. Esa expansión supera los pronósticos más optimistas –incluidos los del Gobierno y diversos organismos que acaban de elevar sus previsiones– y contrasta con las raquíticas cifras de las grandes potencias de la UE. Aunque su principal base es el auge del turismo, cabe felicitarse por la mejora del consumo doméstico y de la inversión, que aporta solidez a ese impulso de la actividad. La inflación subyacente, la más estable al excluir componentes volátiles como la energía y los alimentos frescos, retrocede a un ritmo mucho más pausado. En septiembre quedó en el 2,4%. Ejerce de freno en su caso la subida de los hoteles, la restauración y el transporte por la fuerte demanda.
Es natural que el Gobierno saque pecho por esos brillantes datos. Sin embargo, los indicadores económicos no siempre se corresponden exactamente con el sentir de la ciudadanía. La inflación es un proceso acumulativo. La caída del IPC, que se enfrenta al final de las rebajas fiscales de alimentos básicos el 1 de octubre, no significa precios más bajos, sino que en los doce últimos meses –el periodo que mide– han aumentado menos. El comportamiento de la cesta de la compra, el ámbito más castigado en esta crisis, es esencial en la percepción social. Este descenso aporta oxígeno a los hogares, que aún así siguen agobiados –sobre todo, los más vulnerables– por la pérdida de poder adquisitivo desde la pandemia.
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