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El Parlamento Europeo aprobó ayer una resolución para que se investiguen las injerencias del régimen de Putin en los países de la Unión y en las propias instituciones comunitarias, incluyendo una mención a sus influencias en el 'procés' y solicitando al Gobierno español que clarifique ... lo ocurrido al respecto. En octubre de 2017 la efervescencia secesionista llegó a acariciar la desconexión de Cataluña del Estado constitucional. Aunque finalmente acabó en una declaración unilateral de independencia (DUI) y la aplicación del 155. Los independentistas, que seguirían al frente de la Generalitat, trataron en todo momento de soslayar que una ruptura con el resto de España supondría la salida de Cataluña de la UE. Un escenario apetecido por el Kremlin para debilitar la Europa comunitaria apelando, paradójicamente, al derecho de las naciones a la autodeterminación. La equiparación entre Cataluña y el Donbás sigue estando presente tanto en Moscú como en Waterloo.
El eurodiputado Carles Puigdemont no se personó en el pleno parlamentario de ayer. Aunque los otros dos autoexiliados de su grupo, Clara Ponsatí y Toni Comín, votaron en contra de la resolución. Como lo hicieron Podemos y la izquierda vinculada a Sumar. Y los socialistas dejaron claro que salvaban a Puigdemont y a Junts del señalamiento parlamentario. La declaración podría considerarse testimonial si su contenido no fuese tan imperativo, y si no hubiera contado con el apoyo de 433 eurodiputados frente a 56 en contra y 18 abstenciones. El dictamen de Estrasburgo obliga al conjunto de la UE a tomarse muy en serio la 'guerra híbrida' con la que la autocracia rusa trata de imponerse a las democracias.
Cabría banalizar los contactos entre responsables cercanos a Puigdemont y él mismo con enviados del Kremlin en vísperas de la DUI, que llegaron a prometer ayuda financiera y militar. Contactos que seguirían una vez Puigdemont huyó a Bélgica. Cabría suponer que se trató de juegos de enredo en los que el independentismo buscaba aferrarse a un clavo ardiendo, y agentes del FSB postsoviético creían poder embaucar a los seguidores de la épica catalana de 1714 en una rebelión o sedición que, inevitablemente, se alzaría contra la Unión Europea. Aun en el caso de que los hechos investigados no alcancen para imputaciones por los delitos de traición, el coqueteo independentista con las intenciones liberticidas de Putin merece el máximo reproche. También porque revela que el secesionismo no es nada democrático.
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