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El despliegue de material bélico con el que el régimen de Teherán atacó territorio israelí el pasado sábado permitió a la Guardia Revolucionaria que maneja el denominado 'Eje de la Resistencia' en Oriente Próximo evaluar las posibilidades que tiene de alcanzar al «enemigo sionista» con ... drones suicidas y misiles. Mientras, Israel y sus aliados mapearon los lugares y medios empleados para poner a prueba la 'Cúpula de Hierro', que mostró la defensa operativa que conforman el Ejército hebreo junto a Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Jordania. Irán puso en juego su capacidad disuasoria con esa agresión, pero sobre todo advirtiendo a los países de la región que no secundan el patrón establecido por los ayatolás de que su seguridad no cuenta con los sistemas de protección que limitaron el alcance de su ofensiva sin precedentes.
Deberá pasar un tiempo hasta que se conozcan sus consecuencias en un escenario tan tensionado, que corre el riesgo de convertirse en una suerte de parada militar sin daños mutuos. Hasta qué punto puede reactivar la unidad estadounidense frente a Teherán, empezando por la aprobación en el Congreso del paquete de ayuda pendiente para Israel y para Ucrania. Y en qué medida ha servido para que, tras seis meses de distanciamiento respecto a Israel a causa de su intervención en Gaza tras el golpe yihadista del 7 de octubre, los gobiernos árabes que habían experimentado una clara sintonía de intereses comunes con Tel Aviv vuelvan a realzar la inquietud que sienten frente a Irán por encima de la solidaridad mostrada hacia los palestinos de la Franja y de Cisjordania. Cuesta pensar que la exhibición de drones y misiles dirigidos contra Israel haya representado para alguien en Oriente Próximo una señal de fortaleza atractiva o un signo de cambio en la correlación de fuerzas en la región. Del mismo modo que resulta difícil imaginar cómo Hamás, Hezbolá o el régimen sirio podrían radicalizarse más al calor de lo sucedido.
Pero el recrudecimiento siquiera simbólico de los conflictos regionales contribuye a que las democracias pierdan influencia a nivel global en favor de las autocracias. Algo que la sociedad israelí conoce perfectamente y que sus representantes institucionales han de prevenir sometiendo sus decisiones a la anuencia de sus aliados, empezando por EE UU y los demás miembros de la OTAN. De entrada, con una inteligente contención que evite una peligrosa escalada bélica que situaría Oriente Próximo al borde del abismo.
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