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El presidente Sánchez, compareció ayer ante el Congreso para exponer su esperado «plan de regeneración democrática». Una iniciativa que anunció con gravedad a finales de abril, tras los cinco días de retiro para reflexionar sobre su futuro. El plan –presentado como una solución para terminar ... con los bulos y la desinformación supuestamente generadas «por la derecha y la ultraderecha» en el marco de las informaciones periodísticas sobre las actividades profesionales de su mujer, Begoña Gómez, y a raíz de la investigación judicial abierta en torno a ella– había generado dudas razonables y suscitado un intenso debate antes de que el jefe del Gobierno lo llevara al Parlamento. Sánchez presentó diversas iniciativas a lo largo de un debate de más seis horas, pero desaprovechó la oportunidad tanto de resolver los interrogantes que habían generado sus propósitos como de convencer a la oposición e incluso a sus propios socios para que le acompañen en un camino incierto y confuso.
En puertas de que su esposa declare, de nuevo, ante el juez por supuesto tráfico de influencias y corrupción en los negocios, el líder del Ejecutivo situó esta vez su proyecto en un contexto general basado en la amenaza que supone la desinformación para las democracias, aunque sin hacer mención a la responsabilidad en ello de las redes sociales. Las propuestas de mayor calado, entremezcladas con otras que pueden generar desconcierto, quedaron opacadas por su discusión en un pleno de nuevo bronco. Sánchez cimentó su mensaje sobre las bases de la Ley Europea de Medios de Información, un reglamento que sitúa a la prensa libre como pilar de la democracia, pero que no constituye en sí una novedad porque ya está aprobado y es de obligado cumplimiento. Aunque anunció también una actualizada ley de publicidad institucional, iniciativa que en otros países europeos permite controlar con garantías el destino y buen uso de los recursos públicos, su importancia quedó mediatizada al presentarla como una respuesta no al interés general, sino contra los abusos de partidos que, según acusó, «compran líneas editoriales con el dinero de los contribuyentes». Y tras anunciar 100 millones procedentes de los fondos europeos para la digitalización de los medios, confirmó su intención de «reforzar» los derechos al honor y a la rectificación sin aclarar en qué sentido. El plan dejó así demasiadas incógnitas que convendría que Sánchez despejara en el contraste con los grupos parlamentarios al que se ha comprometido.
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Ana del Castillo
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