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La invasión de Líbano por parte de Israel, en contra de las advertencias de buena parte de la comunidad internacional, para proteger su frontera de los ataques de Hezbolá fue replicada ayer por Irán con el lanzamiento de dos centenares de misiles contra el país ... hebreo, lo que coloca a la región al borde de una guerra total que es preciso evitar a toda costa. En medio de llamamientos a la contención, Tel Aviv prometió «una respuesta aplastante». Su pulso con el régimen fundamentalista, más que probable cómplice de la matanza perpetrada por Hamás hace un año que desató el conflicto en Gaza, eleva peligrosamente la magnitud de la crisis, en la que Joe Biden, aunque no comparte la estrategia de Benjamín Netanyahu, ha garantizado un firme apoyo a su aliado. La Cúpula de Hierro, el sistema defensivo israelí, impidió que el ataque causara víctimas o graves daños, lo que debería contribuir a que, más allá de la retórica belicista, la respuesta hebrea fuese medida. Sin embargo, la agresión de Teherán no puede percibirse como un mero mensaje disuasorio, sino como la confirmación de una amenaza latente por parte de Alí Jamenei.
La crisis en Oriente Próximo ofrece a diario episodios inéditos. Por mucho que se establezcan analogías –en este caso, con las incursiones de Israel en Líbano de 1982 y de 2006, o con anteriores escaramuzas con misiles entre Irán e Israel– no se puede recurrir a un cuadro comparativo para imaginar siquiera las consecuencias de una escalada tan asimétrica y desconcertante. Del mismo modo que el anuncio de Tel Aviv de que la incursión iniciada ayer constará de acciones «limitadas, localizadas y selectivas» no puede descartar la generalización de combates destructivos sobre gran parte del territorio libanés.
Las fuerzas del Eje de la Resistencia alientan la idea de que Israel no solo debe desaparecer del mapa, sino que está a punto de hacerlo siguiendo el mandato divino. Idea que por sí misma supone un acicate para que los israelíes, al margen de las acusadas diferencias políticas que afectan a su institucionalidad, estén dispuestos a emplearse a fondo para impedir la expulsión de la que consideran su tierra. Empezando, en nombre del derecho a la propia defensa, por expulsar de la suya a las comunidades vecinas que persiguen la desaparición del Estado hebreo. El deseo de dotarse de una franja de seguridad alrededor de sus fronteras legales debería respetar, en todo caso, el Derecho internacional.
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