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Las próximas elecciones al Parlamento Europeo se anuncian como una de las citas más cruciales para el futuro de la Unión, de los ciudadanos que residen en ella y de los países que aspiran a formar parte de un club compuesto ahora por 27 miembros. ... El 9 de junio los españoles tendremos la posibilidad de votar a nuestros representantes en la Cámara de Estrasburgo: 61 eurodiputados sobre un total de 720. En esa medida, determinaremos qué familias ideológicas y qué políticas comunitarias orientarán los pasos de Bruselas durante los cinco próximos años. Los desafíos que la UE tiene ante sí pueden ser discutidos en la campaña en cuanto a su prioridad relativa o urgencia, pero son indiscutibles en cuanto a su relevancia.
La Unión Europea y sus socios, en tanto que integrantes de la OTAN, no pueden continuar a rebufo de la última arremetida del régimen de Putin. Necesitan imperiosamente coger la delantera al Kremlin, aunque cuando se ve en apuros Rusia esgrima la amenaza del apocalipsis nuclear y a pesar de que, en este punto, los extremos derecho e izquierdo del arco parlamentario europeo coincidan en situar fuera de foco los peligros que encarna. El reto prioritario de la seguridad frente al expansionismo de Moscú va unido a su intención de eclipsar a la UE como actor principal en la globalidad. Los ataques continuados contra la integridad territorial y la propia vida de los ciudadanos de Ucrania no son ajenos a la pretensión postsoviética de sacar a Europa de la ecuación mundial, en la que Vladímir Putin coincide con Xi Jinping y con cuantas autocracias se apunten a la jugada. Solo una renuncia suicida a asumir que los Veintisiete encarnan valores de igualdad y de libertad de alcance universal podría llevar a los integrantes del próximo Parlamento a desentenderse de las urgencias del momento. Aunque no sea menos urgente atajar las consecuencias del cambio climático y de los problemas de la cohesión social en una Europa que necesita redoblar esfuerzos para no perder su sitio en la economía mundial, ni siquiera si se compromete más que ninguna otra región del globo en contener el calentamiento y revertir en lo posible sus efectos.
La Unión se ha sostenido durante décadas sobre una provechosa conjunción entre la derecha democrática y la socialdemocracia. Hoy no le basta con sostenerse. Necesita reaccionar precisamente cuando más parece fragmentarse su espectro partidario y los extremismos ganan posiciones.
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