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La conmemoración el pasado viernes del 130 aniversario de la catástrofe del Cabo Machichaco ha estado acompañada, en esta fecha redonda, por la inauguración de ... un espacio dentro de la Estación Marítima de Santander dedicado a rememorar la tragedia ocurrida a pocos metros de distancia. Gracias a los esfuerzos de la Real Asociación Machichaco, junto a la Autoridad Portuaria y al Ayuntamiento de Santander, la región cuenta con un nuevo centro expositivo que sirve para recordar y explicar uno de los acontecimientos con más incidencia en la historia reciente de la ciudad y la región, y cuyos ecos y consecuencias traspasaron las fronteras locales.
Los hechos principales que el nuevo museo recuerda son bien conocidos. El vapor Cabo Machichaco, que hacía la ruta de cabotaje Bilbao-Sevilla, hace escala en Santander y, tras pasar la cuarentena en el lazareto de Pedrosa a causa del cólera, atraca en los Muelles de Maliaño. El 3 de noviembre de 1893, poco antes de las cinco de la tarde, tras un incendio declarado a bordo y durante las labores de extinción, la deflagración de cincuenta toneladas de dinamita que transportaba en sus bodegas provoca una tremenda explosión, que hizo temblar Santander de forma similar a un terremoto, según relataron los testigos, causa la muerte a casi seiscientas personas e hiere a dos millares, entre marinería, bomberos, autoridades, curiosos y ciudadanos que se encontraban en la enorme zona de la ciudad que resultó castigada: sesenta edificios quedaron completamente destruidos. Casi cinco meses después, una segunda explosión termina con la vida de quince buzos que trabajaban en la recuperación del pecio.
Las consecuencias de la explosión del Machichaco traspasaron el ámbito regional y afectaron para siempre a las pautas de seguridad del transporte de mercancías peligrosas y su cumplimiento efectivo, además de a las normas para la asistencia de catástrofes. Fue también un hito en la solidaridad entre provincias, dada la enorme ola de apoyo suscitada más allá de nuestros lindes. En Santander provocó la creación del Cuerpo de Bomberos Voluntarios, así como años después el nacimiento de la Asociación que promueve el museo y las conmemoraciones anuales, entre muchas otras labores de voluntariado. El efecto se hizo notar también en la asistencia sanitaria y en el urbanismo santanderinos, que tras la destrucción de varias calles apartó desde entonces los edificios de la primera línea marítima y se separó del puerto; la economía regional transformó su relación con la actividad portuaria.
Bienvenido sea el nuevo espacio destinado a recordar una parte sustancial de nuestra historia, la mayor tragedia y uno de los principales hitos de la ciudad, junto con el incendio de 1941, con distinto balance de víctimas ambos, ya que el segundo se cobró la vida del bombero Julián Sánchez. Es inútil juzgar el pasado con una visión actual, fuente de un revisionismo estéril; y también ignorarlo, pues se quiera o no, lo que ocurrió antes es parte de lo que ahora somos. Ante la mayor catástrofe civil de la España contemporánea, como ante cualquier acontecimiento histórico, cabe el acercamiento a los hechos con una visión rigurosa para, tras comprenderlo de la forma más completa que esté a nuestro alcance, extraer las experiencias y aprendizajes oportunos.
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Ana del Castillo
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