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El encuentro de Yeda, que durante el fin de semana reunió a los representantes de hasta cuarenta países en busca de una salida de paz a la guerra desatada por el régimen de Putin para acabar con una Ucrania independiente, quedó ensombrecido ayer por los ... ataques dirigidos por el gran ausente –el Gobierno de Rusia– contra población civil, silos de grano, infraestructuras e instalaciones militares del país cuya integridad se trataba de poner a salvo con la mediación saudí. Era de esperar. A pesar de lo cual, el hecho de que entre el sábado y el domingo surgiera un nuevo foro de referencia para tratar de la situación a la luz del derecho internacional y de las consecuencias que tan injusta y despiadada agresión está suponiendo para el resto del mundo, empezando por las regiones del planeta más dependientes del cereal ruso y ucraniano, es una novedad esperanzadora. Sobre todo cuando estuvieron presentes los Gobiernos occidentales aliados de Kiev junto a China, India, Indonesia, Sudáfrica, Brasil, México o Chile, y los representantes de la África más azotada por el hambre.
La agenda propuesta por Ucrania para un diálogo que implica a potencias globales y regionales resulta además de enorme interés, porque busca acotar los efectos del conflicto bélico, de manera que este no afecte a la seguridad alimentaria, ni provoque o estimule persistentes fluctuaciones en los precios del suministro energético, y se prevenga en cualquier caso la amenaza de una escalada nuclear. Claro que el dorso de esa misma agenda da por hecho que la paz se hará posible solo si Rusia abandona el territorio ucraniano invadido a partir de 2014, incluida Crimea, y se establezcan garantías con aval internacional para que Moscú desista de sus ambiciones expansionistas de cara al futuro.
En Yeda se citaron países comprometidos mediante ayuda económica y militar en la defensa de Ucrania, países que aun condenando la agresión del régimen de Putin no se han implicado tanto para impedir el avance ruso sobre suelo europeo, y Gobiernos que han evitado tal condena en nombre de una neutralidad que ha resultado connivente con las obsesiones panrusas del autócrata. Por eso ha sido un paso adelante en el esfuerzo por identificar mínimos comunes de actuación que impidan lo peor. El Gobierno de Rusia no fue invitado porque, en el fondo, todos los asistentes saben que, hoy por hoy, es imposible dar un solo paso hacia la paz con la presencia del agresor.
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