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El encuentro entre Xi Jinping y Vladímir Putin en Pekín ha querido trasladar al mundo el mensaje de que Moscú sigue alineado con la segunda potencia global para desafiar a los países occidentales y democráticos allá donde pueda mermar la influencia de Estados Unidos y ... la cohesión de Europa, y de que China cuenta hoy con Rusia para dar el salto al primer puesto del ranking. Una «asociación estratégica de coordinación» entre dos países de magnitud continental que comparten una frontera común, pero que describe una situación muy desigual: de dependencia de Moscú respecto a Pekín. Rusia necesita a China para financiar una economía de guerra con la venta a bajo precio de gas, petróleo y otros productos, al tiempo que importa tecnología de doble uso. China está interesada en que el régimen de Putin la provea de energía barata y obligue a EE UU y a Europa a dedicar esfuerzos, tiempo y dinero a cubrir ese flanco para competir en los demás terrenos en mejores condiciones.
En su comparencia, Xi Jinping obvió de manera elocuente la guerra desatada por Putin contra Ucrania, mientras el presidente ruso quiso poner en valor el plan de paz esbozado por Pekín, que defiende la soberanía de cada nación pero evita reclamar la retirada de las tropas del Kremlin. No fue solo una muestra de cortesía, sino la constatación de que China evitará en todo momento censurarle o interferir en sus propósitos expansionistas y coactivos. El anuncio de Putin, sin posibilidad de ser preguntado, de un avance conjunto en la «cooperación nuclear pacífica» realzó la cobertura que le presta su aliado mayor. El discurso de Xi aporta a la rudeza de su socio elementos tan sugerentes como engañosos. Su señuelo estrella es la defensa de la multipolaridad como sinónimo de un mundo más justo y democrático, de una globalización entre iguales, cuando el concurso internacional de ambos países es, de entrada, ventajista: no se atiene a reglas compartidas y verificables en su cumplimiento. Y nada resulta menos justo que el ataque a un país vecino para acabar con su existencia soberana y así amedrentar a las naciones colindantes.
Las autocracias se mofan de la verdad porque no están sujetas a escrutinio alguno. Se muestran superiores a las democracias porque éstas son contingentes en su gobernación al ser plurales y oscilar en la alternancia. Solo que hay cientos de millones de seres humanos que no quieren vivir bajo regímenes como los de Putin y Xi.
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