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La gira realizada por el presidente ucrananio, Volodímir Zelenski, por distintos países europeos ha servido para que Kiev renueve o incremente los compromisos aliados frente a la agresión rusa. La paulatina llegada de misiles defensivos está demostrándose eficaz para contener las oleadas de las tropas ... del Kremlin. El próximo entrenamiento de pilotos en el Reino Unido y en Francia permite suponer que, a continuación, Ucrania podría recibir los aviones de combate que viene solicitando con insistencia. La llegada de más carros de combate occidentales a sus dominios preludiaría la anunciada contraofensiva de su Ejército. Mientras, un sinfín de noticias de lo que ocurre en el territorio ocupado o asediado por las fuerzas rusas, en el propio Kremlin y la sucesión de revelaciones de documentos secretos, declaraciones e iniciativas en el ámbito internacional generan una confusión solo explicable por la tensa espera de acontecimientos que se acerquen a un desenlace final en la crisis.
La advertencia del Gobierno de Hungría de que bloqueará en la UE la entrega de nuevas partidas de ayuda a Ucrania y la aprobación de más sanciones al régimen de Vladímir Putin aflora de nuevo la existencia de intereses en la Unión que frenan periódicamente la adopción de decisiones operativas. Especialmente cuando Budapest emplea la «beligerancia» de Kiev contra esos intereses para simular una espiral del desencuentro. Por su parte, la «misión de paz» encabezada por el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, junto a sus homólogos de Egipto, Senegal, Congo, Zambia y Uganda, que Zelenski está dispuesto a recibir y atender, no podrá eludir el mensaje que el mandatario transmitió al Papa Francisco la semana pasada: «No necesitamos mediadores entre Ucrania y el agresor».
Constatada la inviabilidad de la invasión de Ucrania y su anulación como país soberano, Rusia está tratando de instalar en los circuitos de la diplomacia y en las sociedades informadas la idea de que al mundo no le conviene que salga perdedora de su propia guerra. Un argumento que parece propicio a una solución salomónica, aunque en realidad es una variante de una amenaza que Moscú pretende perpetuar, ya que la única manera de que no salga derrotada de su ilegal agresión es que siga ocupando parte del territorio ucraniano, y Europa y la OTAN pasen a mirar de soslayo a Kiev.
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