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La publicación de cincuenta documentos que supuestamente se habrían manejado en el Pentágono, con informaciones sensibles sobre debilidades militares de Ucrania, la participación del ... Mosad en las protestas contra Netanyahu, desavenencias entre Seúl y Washington, o la disposición de Egipto a proveer de material bélico a Rusia, entre otros extremos, es la última entrega de una geopolítica que se presume cambiante. Ninguna fuente oficial de EE UU ha confirmado la autenticidad de los documentos difundidos. Podrían haber sido filtrados o descubiertos mediante hackeo. Podrían formar parte de un hallazgo fortuito o responder a una selección intencionada. Podrían ser fidedignos en su totalidad o el resultado de informes manipulados. Incluso formar parte de una maniobra de distracción que persiguiera propósitos indescifrables o meramente tentativos. Es posible que, dada la dificultad de significar de manera unívoca la aparición de cincuenta documentos tan diversos, objeto hoy de infinitas especulaciones, los efectos operativos de su publicación se hayan neutralizado precisamente por el cúmulo de sospechas que suscita. Pero, sea cual sea la naturaleza, las dudas que genera tanto en las relaciones internacionales como en la seguridad demandada en las sociedades libres en nada contribuyen al afianzamiento y extensión de los valores democráticos. Porque cuando la desconfianza se apodera del escenario público y de los vínculos entre países, resulta imposible obtener beneficio alguno de una hipotética operación de desinformación, por bienintencionada o sagaz que se pretenda. Consecuencia parecida a la que deriva del supuesto de que ni el secreto más celosamente guardado puede mantenerse como tal, dada la fragilidad de los sistemas de protección de la información clasificada, cuando además su rigor depende de contrastes en los que participan decenas y hasta cientos de especialistas. Es deseable que la afloración de tantos documentos y tan diversos no preludie una cascada de nuevas revelaciones, sirva para reordenar servicios y prevenir filtraciones. Pero advierte del sinfín de tensiones localizadas que acompañan al cambio pretendido en el orden internacional. China revisando su propia historia a cuenta de Taiwán. Rusia aspirando a hacerse con el Ártico mientras trata de anular a Europa negando la existencia de Ucrania. Las fricciones geopolíticas se multiplican de tal manera que cada rincón del mundo aparece en disputa, también de desinformación.
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