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La constitución este sábado de los 8.000 ayuntamientos en todo el país derivados de las elecciones municipales del pasado 28 de mayo redondea el proceso que empezó con el voto ciudadano y que culminará a lo largo de este sábado con la decantación de ... las alcaldías. Unos gobiernos locales que proyectarán en muchos casos el sentir popular permitiendo el liderazgo de la lista más votada –con mayoría absoluta o a través de pactos–; pero que en otros serán el reflejo de alianzas que suman la hegemonía necesaria frente a aquellas candidaturas que vencieron el 28M sin que su triunfo les alcance para pilotar su localidad. Ambas alternativas resultan legítimas en nuestro modelo democrático, que en lo que se refiere a la configuración de los ayuntamientos evita eventuales bloqueos primando a la primera lista si no existen mayorías alternativas; y si las hay, estas pueden articularse con pareja normalidad institucional.
Pero al margen de confiar en que el día de hoy se desarrolle en un clima de concordia más allá de las divergencias partidarias y sin incidentes injustificables que lo puedan perturbar, sí cabe desear tres cosas a partir de este 17 de junio que abrirá un nuevo ciclo en los municipios del país. La primera, que las formaciones que podrán gobernar con mayoría absoluta no confundan ésta con la arrogancia del vencedor renunciando a atender toda propuesta que parta de la oposición; que aquellas que triunfaron el 28M y precisan apoyarse en otras lo hagan combinando sus comprensibles aspiraciones con las de sus aliados y las de sus rivales por el bien común; y que aquellas otras que se unan para desbancar a quien se impuso en las urnas gestionen una alternativa reconocible que no acabe pervirtiendo el parecer de los ciudadanos.
La contundente victoria del PP en las elecciones de hace tres semanas teñirá el mapa de azul ante un PSOE en acusado retroceso –especialmente en las grandes ciudades–, un Vox que tocará poder pero más limitado de lo que pretendía, un Podemos irrelevante en los núcleos decisorios y un Ciudadanos barrido del mapa. El bipartidismo de populares y socialistas repuntó el 28M hasta concentrar el 60% de los votos, el registro más elevado en 12 años y solo contrarrestado por los nacionalismos periféricos. Sería un error deducir que el pluralismo del país se está viendo gravemente constreñido. Pero también lo sería que las dos fuerzas mayoritarias, embarcadas hacia el todo o nada del 23J, interpretaran de manera unívoca las sensibilidades ciudadanas que confluyen hacia ellas.
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