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El primer requisito para corregir un problema es identificarlo. Eso es lo que hace buena parte de los principales empresarios y ejecutivos de la región, directamente o a través de las organizaciones que les representan, en el informe acerca de las expectativas para 2025 que ... hoy publica El Diario. Los treinta directivos son, en su gran mayoría, optimistas, aunque numerosas circunstancias obligan a matizar esa impresión positiva.
En el lado bueno está, en primer lugar, la percepción de que las cosas van a mejor, con previsiones de incremento de la facturación y la contratación en la mayoría de los negocios y disposición a invertir. Aunque no es suficiente, el optimismo llama a optimismo, y lo corrobora el pronóstico de crecimiento para Cantabria, que aunque es claramente inferior al nacional, avanzará en torno al 2%, tras el 2,7% de 2024. La industria, con sus dudas, consigue alguna estabilidad. La situación regional no llama a la inquietud, con los presupuestos aprobados, la rebaja impositiva, una ley de simplificación administrativa en marcha, aunque con obstáculos, el turismo empujando los servicios y la construcción despegando. En un entorno de inflación sostenida, contención de tipos y con los fondos europeos impulsando sectores clave.
Al mismo tiempo, las preocupaciones son evidentes y numerosas, y presentan el envés de la visión optimista. La industria, aun con los costes energéticos con cierta estabilización, muestra una debilidad en su modelo, mantiene pendiente completar la descarbonización en la mayoría de los casos y una necesidad creciente de energía. La economía digital, los datos y la inteligencia artificial requieren un ingente consumo eléctrico que las renovables no son capaces de suministrar. La eólica inicia su despliegue en la región.
Coinciden numerosos responsables empresariales cántabros en señalar la carencia de mano de obra: hostelería, construcción y servicios recurren a trabajadores extranjeros, sobre todo del norte de África y de América del sur, para cubrir la necesidad, tal como informa hoy también El Diario. El problema demográfico aparece reflejado en varios diagnósticos. Anota uno de los directivos las carencias formativas que el mercado laboral presenta: la sobrecualificación teórica no siempre se corresponde con una capacitación efectiva. Queda expuesto y subrayado, además, en el informe, la pérdida de competitividad que causa el absentismo, cuya incidencia se ha disparado en los últimos años.
La creciente fiscalidad nacional y la presión laboral son otros motivos de seria preocupación entre el empresariado. La reducción de jornada y la subida del salario mínimo inquietan especialmente a las pymes y autónomos, y pueden llevar a muchos proyectos al colapso. Un asunto cada vez más enquistado y que el entorno empresarial reclama es la lucha contra la burocracia, la fiebre legislativa y la creciente complejidad del sector público. Cuando al fin la simplificación administrativa ha encontrado en Cantabria un hueco en la agenda pública, tanto en forma de prioridad política, como de acción legislativa concreta, es una responsabilidad ineludible su puesta en marcha con un respaldo parlamentario suficiente que lo haga posible y apartar los obstáculos que amenazan con su bloqueo.
El entorno geopolítico inestable añade motivos de incertidumbre. Una situación cambiante, con alta imprevisibilidad, en la que a los conflictos bélicos se suman las tensiones comerciales y las políticas arancelarias, como con las que Trump amenaza a diario, que no hacen sino añadir obstáculos a las ventajas y desarrollo que facilita una libertad regulada en los flujos comerciales internacionales.
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