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La anunciada entrada de las tropas israelíes en Gaza está dando lugar a movimientos diplomáticos que tratan de minimizar los costes en vidas, y que ... apuntarían al levantamiento parcial del cerco impuesto para la población del sur de la Franja, y una posible apertura controlada del Paso de Rafah hacia Egipto. Se suceden a la vez posicionamientos políticos que intentan olvidar lo ocurrido hace menos de diez días para dibujar escenarios a conveniencia. Como la oferta de mediación de China. Y también la vindicación de un Estado palestino, siempre deseable. Estado cuyo reconocimiento hizo público ayer Sumar –sin que exista– como reclamación para la eventualidad de que siga gobernando con Pedro Sánchez. Mientras tanto, la Embajada de Israel en España irrumpió en el debate político nacional al exigir al presidente en funciones una inequívoca condena de los pronunciamientos de algunos de sus ministros –de Sumar y Podemos– a los que ve «alineados con el terrorismo» de Hamás, una acusación escasamente matizada que pone el foco en las manifiestas contradicciones internas del Gobierno en esta materia y promete encender aún más la bronca partidista.
Un Estado palestino requeriría tanto tiempo de maduración en un clima de paz y entendimiento que, hoy, constituye una quimera a merced de que la eche abajo cualquier grupúsculo. Cuando Hamás lo concibe, si acaso, como consecuencia de la destrucción del Estado de Israel. Su derecho a la propia defensa no puede limitarse a repeler la incursión de comandos terroristas. El propósito de «acabar con Hamás» no merece reproche alguno. Joe Biden advirtió ayer de que el error sería «la ocupación de Gaza». En su integridad, y no la contraofensiva.
El Ejecutivo remodelado de Netanyahu parece decidido a advertir a quienes osen atacar a su país que perderán una parte significativa de su territorio, a empujar a los gazatíes a confrontarse consigo mismos, y a disuadir a Irán y sus satélites. Cabría pensar que las intenciones de Israel exceden del derecho a la propia defensa. Pero la naturaleza del desafío lanzado por Hamás entraña tantas amenazas que toda concepción pasiva de la defensa supondría renunciar a ésta por parte de Israel. Algo que ni la Unión Europea en su conjunto ni España en particular pueden reclamar, entre otras razones, porque están afectadas por esas mismas amenazas. La medida más convincente de desescalada sería la liberación inmediata de las personas secuestradas por Hamás en su incursión del 7 de octubre.
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Ana del Castillo
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