Secciones
Servicios
Destacamos
La llegada a las costas españolas de precarias embarcaciones atestadas de personas que ponen en serio riesgo sus vidas para huir de la miseria y las guerras es una constante desde hace al menos un cuarto de siglo. El problema, extendido a otros países ribereños ... de la UE, ha adquirido en ese tiempo diversas intensidades y aumentado su complejidad, sin que las distintas herramientas empleadas para combatirlo hayan acercado una solución. Es evidente que solo el control policial y de las aduanas resulta insuficiente ante la magnitud del fenómeno y la extrema dificultad de frenar un impulso como el migratorio tras el que se encuentra un deseo mucho más fuerte, como la búsqueda de un futuro mejor, que por lo general acaba por no verse correspondido con la realidad.
De ahí que sean frustrantes las estériles refriegas partidistas como las que sacuden estos días el debate nacional. El colapso total de los servicios de acogida de Canarias y Ceuta y la gira de Pedro Sánchez por Mauritania, Gambia y Senegal en un intento de que sus autoridades colaboren para frenar las avalanchas de cayucos han enzarzado al Gobierno y al PP en un cruce de acusaciones tremendistas como si sus planteamientos fuesen completamente antagónicos. En el fondo, la migración «circular» defendida por el presidente junto al «imprescindible» retorno de quienes han llegado a España de forma irregular –un objetivo de muy difícil cumplimiento por mucha demagogia que se haga con él– no difiere de forma sustancial de la postura de los populares, aunque ambas partes parezcan más interesadas en caricaturizar al rival para obtener réditos políticos que en exhibir el sentido de Estado que les es exigible.
Sánchez ha finalizado su viaje a África con promesas, pero sin soluciones inmediatas, y con mensajes en los que ha apostado a la vez por la ayuda a los países de origen de la mayoría de los migrantes irregulares y por reforzar las fronteras. Como ha demostrado la italiana Giorgia Meloni, estas visitas, si van acompañadas de millonarios desembolsos, pueden disminuir el número de entradas a corto plazo, pero antes o después el fenómeno volverá a reproducirse. Abordar una solución duradera con flujos regulares y contratos requiere, además de inversiones reales en desarrollo –lo que implica asegurarse de que no sean desviadas a una corrupción sistemática–, la participación solidaria de toda la UE. Un solo país nunca podrá conseguirlo. El reto es demasiado grande.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.