Secciones
Servicios
Destacamos
La inauguración solemne de la XV Legislatura discurrió ayer en el Congreso entre palabras favorables al entendimiento mutuo –las pronunciadas por el Rey y algunas de la presidenta de la Cámara, Francina Armengol– y gestos que parecieron anunciar un período aún más polarizado. Felipe VI ... invocó la relevancia histórica y la actualidad de los acuerdos de la Transición, que quedaron plasmados en la Constitución. «Una Constitución que establece la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político como valores en los que se basa nuestra convivencia democrática», subrayó. El testamento colectivo que muchos de los españoles de hoy recibieron de sus padres y de sus abuelos, y tienen la responsabilidad de entregar –a ser posible, mejorado– a las generaciones que les sucedan. En el fondo, el deber de transmitirles «el espíritu más noble en el ejercicio de la política» que hace 45 años dio lugar al pacto constitucional.
«Nuestra obligación, la obligación de todas las instituciones, es legar a los españoles más jóvenes una España sólida y unida, sin divisiones ni enfrentamientos». Palabras del jefe del Estado con las que sintoniza la inmensa mayoría de los ciudadanos. También la presidenta del Congreso afirmó que la Carta Magna «fue, es y será siempre nuestro punto de encuentro», y abogó por el «diálogo» y la «empatía» para «evitar la degradación del parlamentarismo y su desaparición». Pero su discurso se deslizó fuera de lo que cabía esperar de su posición institucional y se olvidó de la empatía requerida al proceder a una enumeración parcial de los hitos legislativos de cuatro décadas y media. Y al situar a la mayoría de la investidura como última ratio de la democracia, cuando resulta contingente en un panorama político tan fragmentado y azaroso, y sus decisiones están sujetas en todo momento al examen de constitucionalidad.
El Rey acertó ayer al advertir de que evocar la Transición e invocar la Constitución no es nostalgia, sino responsabilidad. Hay quienes denuestan la cota de concordia y libertad alcanzada en 1978 y se consideran aprisionados por aquel consenso, indudablemente imperfecto. Empezando por los parlamentarios de la mayoría de investidura que se ausentaron ayer. Pero la ciudadanía es consciente de que el vigente marco de convivencia significa seguridad y confianza. Del mismo modo que sabe que hoy sería totalmente imposible concitar, ni de lejos, un acuerdo para las próximas décadas de semejante envergadura.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.