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Ni un paso atrás

Las insuficiencias, el nuevo sexismo y el negacionismo urgen a renovar el compromiso de hace 20 años con la ley contra la violencia machista

Lunes, 6 de enero 2025, 07:34

El horror de los balances sobre el impacto de la violencia machista queda reflejado en el temor a que mientras se leen estas líneas otra mujer haya podido ser asesinada por su pareja o expareja o esté sufriendo maltrato físico y psicológico. Es una lacerante ... constatación que queda acreditada cotidianamente con la perpetuación de los feminicidios, que sumaron otros 47 en 2024; es decir, casi un crimen por semana, una cadencia cuya reiteración no puede llevar a asumirla como una suerte de fatalidad inevitable, sino como un lastre cada vez más insufrible para la convivencia en igualdad, derechos y valores de esta sociedad. La estadística anual tras la que se escriben las biografías, las vidas propias y singulares, hurtadas a esas 47 mujeres por sus asesinos ha coincidido con el vigésimo aniversario de la aprobación, por unanimidad del Congreso, de la ley integral para combatir la violencia de género con un doble ariete contra una tragedia que es de todas y de todos: el cambio de mirada, por el cual el maltrato se sacaba de las cuatro paredes del ámbito doméstico para afrontarlo como un desafío que comprometía a la ciudadanía colectivamente; y en paralelo a esa imprescindible pedagogía, el despliegue de recursos y medidas para que la norma no quedara en papel baldío.Dos décadas después, precedidas del sacrificio, en el peor sentido del término de Ana Orantes –la víctima asesinada que representó un aldabonazo definitivo– cabe congratularse de que la violencia machista haya dejado de ser un desgarro privado y silenciado y de cómo la activación de los resortes del Estado de derecho ha salvado muchas vidas. Pero la persistencia de los feminicidios en torno al medio centenar; el repunte, con nueve menores asesinados en 2024, de la crueldad añadida de la violencia vicaria; la constatación de que en el 70% de los casos no media denuncia previa; la evidencia, también, de que en realidad son ellas las que tienen que afrontar ese sobresfuerzo porque la voz de alarma de su entorno sigue siendo residual; la incidencia en colectivos vulnerables como las mujeres con discapacidad o inmigrantes; la insuficiencia de medios y formación; o el florecimiento de un machismo victimista de nuevo cuño entre adolescentes y jóvenes urgen a renovar el compromiso con la ley y el pacto de Estado que la apuntala. Una ley que hoy, con el negacionismo de Vox de la singularidad del sexismo que mata, no prosperaría con un consenso blindado. Veinte años después, no cabe un paso atrás. Porque cada retroceso amenaza a nuestras conciudadanas.

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