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El preacuerdo entre la patronal CEOE y los sindicatos CC OO y UGT sobre el cuadro salarial que orientará la negociación colectiva para este año y los dos próximos representa el saludable regreso de un fructífero diálogo social, además de un entendimiento que debe ... contribuir a la recuperación y la estabilidad de la economía española. El pacto es fruto de unas conversaciones discretas en las que ambas partes, pese a sus diferencias y encontronazos públicos, han sido capaces de llegar a un punto de encuentro tras cesiones mutuas en aras del interés general, una actitud que se echa en falta en el terreno político. A la espera de ser ratificado por los órganos de dirección de los agentes sociales, el documento que servirá de referencia para la discusión de los convenios recoge una subida indicativa del 4% el presente ejercicio y del 3% en 2024 y 2025, más una cláusula de revisión de hasta un 1% si los precios superan esos niveles.
Su contenido otorga, en principio, un margen suficiente para garantizar el poder adquisitivo de los trabajadores, seriamente dañado en los últimos meses. La mejoría de las perspectivas económicas permite ese esfuerzo a las empresas, cuya competitividad depende, entre otros factores, de un consumo vinculado a la capacidad de compra de las familias. El respiro que se ha tomado la escalada de la inflación ha facilitado el consenso a costa de que los sindicatos rebajaran sus reclamaciones anteriores después de que, hace un año, se frustrara el último intento de renovar el acuerdo nacional que expiró en 2020.
CC OO y UGT han corregido drásticamente en tan solo cuatro días los mensajes que acapararon el 1 de Mayo, en el que advirtieron de la generalización de huelgas si las organizaciones empresariales no se avenían a un consenso sobre los salarios. El alcanzado ahora demuestra que los actores del diálogo social estaban mucho más cerca del entendimiento de lo que Unai Sordo y Pepe Álvarez dieron a entender el lunes. La noticia es tan positiva que no da lugar a reproches. Pero obliga a revisar procederes porque a los primeros que habrá desconcertado tan pronta superación de diferencias que parecían abismales es a los propios trabajadores. El sindicalismo habrá de modular sus estrategias de manera más comedida, ya que su función constitucional y su necesidad histórica para asegurar un país igualitario dependen de una representatividad que puede resentirse seriamente si oscila entre el drama y el pacto.
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