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La campaña de las autonómicas catalanas finalizó ayer devaluando el voto que se deposite en las urnas al destacarse la posibilidad de que las elecciones tengan que repetirse. Un supuesto que ninguna candidatura ha descartado mediante la asunción de compromisos inequívocos para la gobernación de ... la Generalitat a partir del escrutinio del 12-M. La cuestión resulta crítica para la normalización institucional de la democracia y la administración de los intereses públicos en esa comunidad.
Si ya es chocante la naturalidad con la que se ha hecho presente en el ánimo ciudadano, la hipótesis de que una 'segunda vuelta' resulte también infructuosa aflora demoledora. La situación no es resultado de una presumible fragmentación parlamentaria que, en su pluralidad, sería enriquecedora para el ejercicio de las libertades. El colapso respondería, sobre todo, a los efectos divisionistas del 'procés'; a las consecuencias de un rupturismo independentista que ha dejado un rastro de distanciamiento político y social, de frustración entre los más entusiastas, de cuitas sectarias indescifrables y de una enorme dificultad para que los secesionistas se avengan a la realidad constitucional y estatutaria sin más rodeos.
La idea misma de una nueva cita en las urnas por un bloqueo que impida investir un presidente y formar un Govern es un despropósito que los partidos tienen la obligación de evitar. Lo contrario dilataría la vigencia del 'procés' como una situación de excepción por la que ni los catalanes han optado expresamente ni se merecen como una suerte de sacrificio histórico. Mañana los ciudadanos de Cataluña se definirán políticamente con su voto. Las fuerzas políticas deberán atender su dictamen sin rehuirlo ni retorcerlo, procurando destacar puntos de coincidencia para forjar mayorías estables.
Pero si ya resulta azarosa la tarea de conciliar posiciones para rebajar la incidencia del 'procés', para superar los riesgos extremos, parece harto difícil que el escrutinio concuerde con la cuadratura del círculo que necesita Pedro Sánchez para prolongar su mandato sin más sobresaltos inesperados. Es muy probable que el líder socialista limite el examen electoral a la distancia que establezca el PSC respecto al PP catalán. Una evaluación engañosa si pasa por alto la gobernabilidad de Cataluña. Incluida la eventualidad de que la «desinflamación» del conflicto acabe restituyendo al frente de la Generalitat a Carles Puigdemont.
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